Número 11
Universidad
Sobre la elección directa del Rector: “La mayor resistencia a los cambios estuvo basada en miedos a la transformación”
Entrevista a Guillermo E. Ashworth, Secretario General de la ADG- Universidad Nacional de Río Cuarto
ADIUNGS: ¿Por qué es importante la elección directa del rector?
Guillermo Ashworth: Primero me gustaría contar que en el año 1994 la Universidad Nacional de Río Cuarto fue la primera en implementar la elección directa de las autoridades, a nivel de Departamentos, Facultades, Rector y Vicerrector. En la modificación del Estatuto en 1993, se incorporó el voto directo con la participación de todos los claustros, Docentes, Estudiantes, No docentes y Graduados, con un voto ponderado (58.39% – 25% – 8.33% y 8.33% respectivamente). Un artículo de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. U.B.A. (1989) dice: “La elección indirecta del Presidente de la Nación, establecida por los artículos 81 al 85 de la Constitución Nacional, ha sido (y es) calificada por buena parte de la doctrina constitucional de nuestro país como un instituto anacrónico, “elitista”, inútil, pesado y antipopular. Por ello se preconiza reemplazarla por la elección directa.” Yo pienso exactamente eso, y paradójicamente, en la UBA no hay elección directa de autoridades.
Por la experiencia de lo ocurrido en mi universidad, la elección directa generó una puja entre distintas propuestas que pudieran captar los votos de la comunidad universitaria, mientras que la elección a través de una Asamblea representada por consejeros, generaba un mayor esfuerzo partidario para elegir los consejeros, los que luego te iban a votar en la Asamblea Universitaria.
A: ¿Cuáles son las ventajas de la elección directa en términos de representación y legitimidad frente a los claustros?
G.A.: La elección directa, sin intermediarios, refleja en forma más transparente y veraz el espíritu de toda la comunidad universitaria. Yo pienso que eso es así en todo tipo de elección, sólo basta observar lo que ocurrió en las últimas elecciones en EEUU, por ejemplo, donde habiendo perdido en el número total de votos, sale electo Donald Trump por el artilugio del sistema de electores. Cosas semejantes ocurrieron en nuestro país con el sistema de colegio de electores, hasta que se pasó a la elección directa para presidente. Por supuesto que nada es perfecto, pero insisto que la elección directa se acerca más a la transparencia.
A: ¿Cómo fue el proceso de discusión en su universidad? ¿Cuáles fueron los argumentos a favor y en contra?
G.A.: La evolución democrática en nuestra universidad empezó con la participación de los compañeros no docentes con voz pero sin voto en 1986. En 1990 se incorporaron con todos los derechos civiles, o sea voz y voto. En 1993 apareció el voto directo ponderado de todos los claustros. Finalmente, en 2011 se produjo la última modificación en la ponderación de los votos (docentes 53%, estudiantes 25%, no docentes 11% y graduados 11%). En la representatividad de los claustros en los consejos, los docentes dejaron de tener la mayoría directa para pasar a tener el 50% de los consejeros (10 docentes, 6 estudiantes, 2 no docentes y 2 graduados.
Pasar de la elección por Asamblea a la elección directa tuvo mucha resistencia sobre todo desde algunas agrupaciones y partidos políticos que tenían un control sobre determinados consejeros, como una manera de pretender asegurarse la elección. Pero a la luz de los cambios a nivel nacional en la elección de presidente, no se generó una resistencia tan fuerte.
El último cambio de estatuto, donde los docentes perdíamos la mayoría directa en los consejos generó mucha resistencia, en la que me incluyo. Finalmente el tiempo me demostró que nada se perdía, en cambio, se ampliaba la representación democrática. Ahora la veo como una resistencia fundada principalmente en los miedos.
A: ¿Cuál era el principal argumento, el que mayor legitimidad tenía, de quienes rechazaban la elección directa?
G.A.: Hubo resistencia a la elección directa, por supuesto, pero no fue tanta. La mayor resistencia fue a la última modificación que se hizo, cuando se cambió el número de representantes, y los docentes dejamos de tener más del 50% de representatividad. Eso sí que generó una gran resistencia. Yo, inclusive, me opuse, por miedo probablemente, como ya te dije, pero la verdad es que después no pasó nada. Planteaban que en la elección directa podría tener influencia la cuestión partidaria. La verdad era al revés, porque la cuestión partidaria y todas las vueltas que se daban, estaban en la elección indirecta: en cómo ganar los consejeros que le iban a dar los votos al rector, etc. En la elección directa ¿hay influencia de los partidos políticos? Y sí, la hay siempre, más vale. Eso es inevitable, pero es más difícil de manipular. Es más transparente y nada más.
A: ¿Qué transformaciones se sucedieron entre rectorado y consejo superior a partir de la elección directa?
G.A.: Un mayor control de la gestión, un Consejo más pluralista, con importantes debates. Yo tuve la suerte de ser Consejero Superior dos veces, primero en representación de los auxiliares, y luego, cuando se consideró un solo claustro –docente- sin importar la categoría, fui Consejero Superior Docente. Entre las dos etapas transcurrieron aproximadamente diez años, yo vi más debate, mayor profundización en los posicionamientos políticos, fue más enriquecedor.
A: ¿En qué año pasaron a tener un único claustro docente? ¿Fue una discusión difícil y con muchos miedos?
G.A.: Yo no me acuerdo exactamente, pero si mal no recuerdo fue en el año 2010 la primera oportunidad en que hubo claustro único, porque yo fui consejero superior en ese año por claustro único. Claro que fue una discusión también: Esa fue una pelea que nosotros dimos. Hace mucho que veníamos peleando por el claustro único. Teníamos un docente por cada facultad –cinco- como representante en el Consejo Superior y dos auxiliares por toda la universidad, o sea que eran siete consejeros. Formamos un espacio político dentro de la universidad y luchamos por esas cuestiones. La pelea que teníamos era tratar de conseguir que los auxiliares sean considerados docentes, como cualquier docente. La verdad es que son docentes, otra cosa no son. Y ahí lo que pasaba era que algunos de los profesores más antiguos tenían sus resquemores, planteaban que los auxiliares no tenían la autoridad suficiente para opinar sobre determinadas cuestiones académicas, como sí tenía sobradamente un profesor por el hecho de ser profesor. La verdad es que no había ninguna explicación clara. Era bastante ridícula la situación. Fue toda una pelea porque ellos estaban anquilosados en esa posición y no querían ceder, pero se logró un claustro único docente. Eso fue muy importante. Y después fue bien recibido, no hubo ningún problema, y nosotros decíamos que a la hora de conformar las listas iba a ser lo mismo. Algunos se preguntaban cosas como: “qué pasaría si hay más auxiliares que profesores, hacen una lista solo con auxiliares, y entonces los profesores de alguna facultad dejan de tener representantes en el consejo superior”. Nosotros planteábamos que eso era ridículo, porque si en realidad hubiera una lista solo de auxiliares, también se podrían poner de acuerdo los profesores en no votarla, y entonces ya no ganaría el total de consejeros superiores. En fin, fue todo una discusión. Pero cuando se logró, no pasó nada, no se confirmó ninguno de los temores que tenían porque en la lista había profesores y auxiliares.
A: ¿Cuál es su balance respecto a la evolución institucional a partir de la introducción de la elección directa?
G.A.: Creo que evolucionamos democráticamente ampliando derechos, otorgamos mayor legitimidad de los órganos de gobierno. También me gustaría contar que, en mi opinión, la mayor resistencia a los cambios estuvo basada en miedos a la transformación, a un espíritu conservador, y quizás a la pérdida del control de las estructuras más anacrónicas de la comunidad universitaria.