Número 12
Cultura
La revolución de las drogas
Durante 2017 circularon libros y películas que hablaban sobre drogas. Marihuana, de Fernando Soriano, es una historia del cannabis en la Argentina e incluye el dato curioso del proyecto cannábico de Manuel Belgrano para la región. Un libro sobre drogas, editado por el Gato y la Caja, es una apuesta por enriquecer con evidencia científica las discusiones sobre políticas públicas en relación con el consumo de drogas. Este año también se estrenó un documental sobre unos entrañables productores de LSD en Estados Unidos durante los años ’60. En este artículo repaso las distintas aristas que toma cada uno para hablar de las drogas y de cómo al mismo tiempo que se las consideró una vía de liberación, también fueron objeto de represión.
La revolución psicodélica
Albert Hofman, un químico suizo, fue el primero en sintetizar y experimentar con el LSD a fines de los años ’30. Inauguró la era de la psicodelia. Durante esos primeros años desde la psiquiatría y el psicoanálisis se desarrollaron numerosas investigaciones sobre los efectos del ácido lisérgico. Esos primeros estudios estaban centrados en el tratamiento médico. Sólo tiempo después se sumaron diversos intelectuales a experimentar con LSD y otras drogas psicodélicas. Entre otros: Ernst Jünger, Robert Graves, Gregory Bateson, Anaïs Nin, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs y Aldous Huxley. Estas experimentaciones que llegaron a Estados Unidos tenían que ver con explorar los límites de la percepción y el autoconocimiento. Pronto esas prácticas místico-existenciales tuvieron eco en el mundo universitario que no se limitó sólo a experiencias de autoconocimiento sino que se habilitó el consumo del ácido por pura diversión. En poco tiempo en la costa oeste de los Estados Unidos miles de jóvenes consumían distintas drogas psicodélicas como el LSD, la mescalina o la marihuana con fines lúdicos.
The Sunshine Makers es un documental dirigido por Cosmo Feilding-Mellen que cuenta la historia de dos consumidores y productores de LSD en Estados Unidos en los años 60. The Sunshine Makers es además el título de un corto animado de 1935 dirigido por Ted Eshbaughy producido por el estudio Van Beuren. Este estudio funcionó desde 1928 hasta 1936, cuando la distribuidora dejó de lado sus realizaciones para concentrarse en la producción de Disney. Pero volvamos al dibujito, The Sunshine Makers trata sobre unos duendes que fabrican luz solar en un laboratorio y la envasan en botellitas que distribuyen en su aldea. Hay un grupo de otra aldea, muy amargados, que los ataca, pero ellos los bañan con el contenido de las botellitas y terminan todos re locos y felices. No sorprende entonces que los realizadores del documental hayan tomado prestado el nombre del corto animado para su película.
The Sunshine Makers, el documental, se estrenó este año y está disponible en Netflix. El productor del documental produjo también Searching for Sugar Man que cuenta la historia de Sixto Rodríguez, un músico de Detroit que editó dos discos en 1970 y 1971 y que no tuvo prácticamente repercusión en Estados Unidos pero llegó de casualidad a Sudáfrica y fue furor entre los afrikaners. Los protagonistas del documental sobre el LSD son Nicholas Sand y Tim Scully. Los tipos eran unos locos lindos, una suerte de evangelistas del LSD. Sostenían que si lograban que todos los habitantes del planeta atravesaran una experiencia lisérgica no iba a haber más violencia en el mundo. Con ese objetivo es que montan un laboratorio y planifican la producción a escala planetaria. Los meten en cana y uno logra entrar ácido a la cárcel, eso le permite armar viajes entre los prisioneros, además como trabajaba en el comedor también se le ocurre poner ácido en la comida del penal… El FBI les pisa los talones todo el tiempo pero ellos siguen firmes en su misión. El film reconstruye el circuito de la producción y distribución de la droga. Además de todo eso la banda de sonido es hermosísima e incluye temas de Bobby Herb, Naomi Shelton y Baby Huey, entre otros.
La experiencia psicodélica: entre el control social y la liberación
Como es sabido, uno de los escritores más vinculados con la experiencia lisérgica es Aldous Huxley, el autor de Un mundo feliz (1932), una distopía de una sociedad híper organizada que no deja ningún detalle librado al azar. Se condiciona a sus habitantes desde su gestación en una probeta de acuerdo con el rol que asumirán en la sociedad. La angustia es imposible de tapar, por eso las personas recurren al soma: “si por desgracia se abriera alguna rendija de tiempo en la sólida sustancia de sus distracciones, siempre queda el soma: medio gramo para una de asueto, un gramo para el fin de semana, dos gramos para un viaje al bello Oriente, tres para la oscura eternidad de la luna.” El soma garantiza el orgasmo que se obtiene a pedido “sin necesidad de cortejo, de seducción o aún de ganas, no hablemos de amor”. La droga perfecta para una sociedad que pretende garantizar el consumismo y el confort.
Pero el tema de las drogas no fue solo tema de su obra de ficción, Huxley escribió también sobre alucinógenos en ensayos: Las puertas de la percepción (1954) y Moksha (1977). El primero retoma una cita de William Blake: “Si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es, infinito”. Inspirado en ese pasaje Huxley sostiene que a través del consumo de alucinógenos es posible percibir todo aquello que dejamos de lado cuando estamos sobrios. Ambos libros constituyen una descripción en primera persona del consumo de mescalina (una droga alucinógena que se extrae del peyotl) y LSD. Moksha, que en sánscrito significa liberación, ingreso en el nirvana, es una compilación de sus experiencias psicodélicas y reúne ensayos escritos y conferencias entre 1931 y 1963. Como si esto fuera poco está prologado Albert Hofman.
Del proyecto cannábico de Belgrano al paradigma prohibicionista
En su libro Marihuana, Fernando Soriano cuenta la historia del cannabis y ofrece información a nivel mundial pero sobre todo el derrotero de la planta en la Argentina. Uno de los datos más curiosos es que en los años previos a la Revolución de mayo, para Manuel Belgrano el futuro productivo de la región venía de la mano del cáñamo. Soriano describe las múltiples propiedades de la planta que se explotaban en la época: “el tallo y las ramas proveían fibras para hacer ropas y cuerdas; las semillas eran base de la alimentación por ser una fuente de ácidos y proteínas con grasas esenciales; y la raíz, las hojas y las flores se usaban en preparaciones medicinales o rituales”. Basado en su potencial económico, Belgrano diseñó un plan para el desarrollo e impulso de la agricultura en la región. Veía en la explotación del cannabis por parte de labradores y labradoras una solución dignificante e igualitaria contra la miseria. Pero ese proyecto no prosperó en parte por intereses comerciales y en parte por decisión política de la corona española. Pero por esa época el cannabis entró al continente por otra vía que explotaba propiedades muy diferentes: sus efectos psicoactivos. El pango es el nombre angoleño del cáñamo y lo fumaban los esclavos del Río de la Plata y de otras regiones americanas. Además de la historia local del cannabis, Soriano da cuenta de la historia de las prohibiciones de las que fue objeto al mismo tiempo que de las diferentes iniciativas y prácticas que impulsan su despenalización.
Hablar de drogas es hablar también de su penalización. Un libro sobre drogas, editado por El gato y la caja que está disponible para consulta libre en la página de la editorial. Además de informar, a partir de evidencia científica, sobre los efectos de las drogas psicoactivas, en el libro se pone el foco en la crítica al paradigma prohibicionista. Este paradigma se construyó sobre la creencia de que, al controlar la oferta de drogas, se podría controlar la demanda, lo cual limitaba también su uso con fines médicos y científicos. En este punto, el libro es un ejemplo de lo que Max Weber llamaría crítica técnica: el capítulo dedicado a la crítica del prohibicionismo evalúa si los medios elegidos en “la guerra contra las drogas” son los más apropiados para el objetivo que se pretende alcanzar. Juan Carlos Mansilla revisa los objetivos y resultados de las medidas adoptadas en el marco de este paradigma. Así muestra que el precio de las drogas en lugar de aumentar, disminuye, que la violencia institucional y comunitaria aumenta, que disminuye la calidad del producto y que se estigmatiza al consumidor. A partir de esta crítica al paradigma prohibicionista se propone uno alternativo: el de la Salud Pública que busca redefinir el concepto de “guerra contra las drogas” a “persecución del narcotráfico ilegal”. El primero no diferencia entre el narcotráfico y los consumidores, mientras que el segundo distingue entre producción, distribución, comercialización y consumo problemático de sustancias. Por otro lado, cada vez cobra más fuerza en el diseño de políticas públicas la idea de “regulación”. Otra pieza dentro del paradigma de Salud Pública es la “reducción de riesgos y daños” junto con la prevención, la asistencia y la reinserción social.
Sin embargo, por momentos la propuesta puede parecer un poco ingenua dado que se plantea por un lado que la evidencia científica puede orientar políticas públicas y por otro porque se plantea que las normas en la sociedad son resultado de consensos. Este tipo de planteo deja de lado la cuestión del poder. En este punto vale la pena recordar un libro notable como Outsiders de Howard Becker que analiza ciertos aspectos sobre el consumo de la marihuana. Allí formula su teoría del etiquetamiento a partir del análisis de dos casos de desviación. Uno de los casos es el de los fumadores de marihuana. Pero su interés no se agota en los modos en que ciertos grupos llevan adelante sus carreras marginales. Ello llevaría a suponer que la desviación tiene una sola dimensión cuando sólo es una cara de la moneda: el reverso de ese proceso es la formulación de normas, un grupo es desviado como resultado de una ley que lo designa como tal. La desviación se ubica, para el autor, en la interacción entre las personas que quebrantan las reglas y aquellas que en función de sus propios intereses crean e imponen reglas. De allí la importancia que asume el poder, como telón de fondo, en el análisis de la desviación.
Ambos libros constituyen un aporte valioso para la discusión pública y ayudan a desplazar el debate desde una visión represiva a otra que pone el foco en la salud.
El derrotero de las drogas no se inicia en los 60, pero sin dudas esa década marca un cambio radical en cuanto a los efectos que tuvieron en el arte y la cultura en general. Sin embargo, junto con la expansión de nuevos horizontes creativos y de percepción creció todo un andamiaje represivo que se pone en duda por estos días.
Referencias:
AAVV (2017), Un libro sobre drogas, El gato y la caja, Buenos Aires. Disponible en: https://elgatoylacaja.com.ar/sobredrogas/
Becker, Howard (2009) Outsiders, Siglo XXI, Buenos Aires.
Huxley, Aldous (2002) Las puertas de la percepción, Edhasa, Buenos Aires.
Huxley, Aldous (1955) Un mundo feliz, Editorial Borocaba, Buenos Aires.
Huxley, Aldous (1983) Moksha, Ed. Sudamericana, Buenos Aires.Soriano, Fernando (2017) Marihuana, Planeta, Buenos Aires.
Reducción de riesgos y daños: Drugslab
Tres youtubers holandeses prueban diferentes drogas en capítulos de menos de diez minutos: cocaína, LSD, marihuana, mdma, mda, éxtasis, entre otras muchas. Explican de qué se trata, experimentan, conversan sobre las distintas sensaciones, y advierten sobre los riesgos de cada sustancia. El canal funciona desde hace un año y el programa cuenta con apoyo gubernamental. Puede verse en: https://www.youtube.com/channel/UCvRQKXtIGcK1yEnQ4Te8hWQ/featured .