Hasta que se terminen los dólares

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Marcelo Panero es Dr. en Ciencia Política. Docente e investigador del ICI

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Cuando me invitaron a escribir esta nota, hacia mediados de marzo de este año, el dólar no llegaba a los $20; el gobierno sostenía una meta de inflación del 15%; Aranguren, Cabrera y Sturzenegger eran aun parte del “mejor equipo de los últimos 50 años”; no había acuerdo con el FMI; desconocíamos que Dujovne era un homeless que vivía en un baldío y Mauricio Macri ya estaba pensando en que traje usaría el día de la asunción de su segundo mandato. Al momento de entregarla, 19 de julio de 2018, tengo la sensación de que si en los días venideros cambios de tal magnitud siguen sucediéndose a la misma velocidad, no sería improbable que varias de las cosas planteadas aquí sean “diario viejo”. Igualmente, reseñaré algunos aspectos de la dinámica política instalada a partir del triunfo electoral de Cambiemos en 2015, con el objetivo de dar algunas pistas para comprender el escenario político que estamos viviendo.

Cambiamos

El 22 de noviembre de 2015 ocurrieron, simultáneamente, dos hechos inéditos en la política argentina. En primer lugar, una fuerza política de derecha llegó al poder por vía democrática, planteando en la campaña electoral los lineamientos que orientarían su gobierno. Segundo, el peronismo perdió las elecciones luego de tres períodos gubernamentales. En ellos instrumentó políticas que favorecieron los intereses materiales de la mayoría de la población.

Este último hecho, paradójico por los resultados de gestión mencionados, amerita alguna reflexión. La derrota electoral del peronismo-kirchnerismo en 2015 tuvo tres tipos de razones: i) de corte “estructural”, ii) de construcción política, iii) vinculadas a la significación del peronismo-kirchnerismo para los actores sociopolíticos y el electorado. Respecto a lo estructural, al kirchnerismo se le fue dificultando progresivamente ser la expresión electoral de la totalidad del sector trabajador, tradicional base peronista, dada la creciente fragmentación que este sector viene sufriendo. Por otro lado, desde mediados del primer mandato de CFK comenzaron a evidenciarse ciertos límites para conjugar un mayor crecimiento económico con inclusión social, sin caer en ciertos desequilibrios macroeconómicos, ante la no modificación de la estructura productiva. Cuando las consecuencias de algunos de dichos desequilibrios comenzaron a afectar a la población (aumento de la inflación y dificultades para procurarse dólares principalmente), eso fue cargado en la cuenta del anterior gobierno. En relación a la construcción política del kirchnerismo, la etapa de “profundización del modelo” (2011 en adelante) se llevó adelante mediante un progresivo cerramiento en la fuerza propia. Esto derivó en un achicamiento de su base de apoyo, en una creciente desconexión de la opinión de “la calle” y la acumulación de un alto número de heridos políticos.

Finalmente, de cara a buena parte de los actores sociopolíticos, el peronismo-kirchnerismo fue erigiéndose progresivamente en la expresión de 4 insumisiones. Primeramente, una insumisión estatal, proponiendo un tipo de intervención del Estado que alteró las relaciones económicas y de poder emergentes del “libre juego del mercado”. Con diversas políticas públicas terció en los precios relativos de la economía, intentó regular y desmonopolizar actividades económicas, privilegió cierto rumbo de desarrollo y avanzó en desacoplar la economía nacional de la internacional. Segundo, la insumisión de los “de más abajo”. Con todas sus limitaciones, las políticas de los gobiernos kirchneristas implicaron una alteración (material y simbólica) de las relaciones de poder del statu quo imperante, lo que conllevó una mayor dificultad para “disciplinar” a los sectores más postergados. Esta insumisión operó a nivel macro, por ej. en la relación entre empleadores y asalariados sindicalizados. Pero también en niveles más micro, donde ciertas relaciones de subordinación fueron modificadas (por ej, el “blanqueo” de empleadas domésticas). Tercero, la insumisión de la “historia”. El kirchnerismo trajo a primer plano y contrastó la memoria histórica reciente (consecuencias de la década menemista, crisis de 2001), y no tan reciente (crímenes y complicidades de la última dictadura). Esto último, particularmente, sobresaltó a más de un/a ciudadano/a “bienpensante”. Por si lo anterior fuera poco, hubo una insumisión femenina, ya los últimos 8 años del kirchnerismo fueron encabezados por una mujer nada dócil a los dictados de los sectores más patriarcales de la sociedad argentina. Las tres primeras insumisiones fueron intolerables para la derecha argentina, en tanto la cuarta fue relativamente tolerable pero ostensiblemente irritante. Las mismas constituyeron la principal causa para que el “campo político” opositor al kirchnerismo dejara de lado sus diferencias, se unificara tras la candidatura de Mauricio Macri, y permitiera el segundo hecho novedoso: el triunfo electoral de Cambiemos.

Cambiemos

La reversión de las mencionadas insumisiones y el debilitamiento de la fuerza política que las propiciaba constituyen los principales objetivos de la alianza Cambiemos al asumir el poder. Para hacer realidad los mismos, el macrismo puso en marcha una serie de medidas de política económica que promovieron una redistribución de ingresos y riqueza desde los sectores más postergados hacia los de mayor poder económico. Al tiempo, avanzó en dirección a una mayor liberalización y/o desregulación de la economía. Subyace a estas líneas de acción la idea de que conjugando una distribución desigual del ingreso, con un aumento de la expectativa de rentabilidad y una disminución los costos derivados de ciertos controles y obligaciones, se estimularía a los capitalistas a dar el puntapié inicial del ciclo virtuoso de ahorro-inversión-crecimiento-beneficios colectivos.

Estas medidas tienen dos grandes perjudicados. Por una parte el Estado, que viene sufriendo un fuerte deterioro en sus capacidades regulatorias, interventoras y recaudatorias. Los otros perdidosos son los “cobran y consumen en pesos” (trabajadores, cuentapropistas, jubilados, pymes), quienes vieron mermado fuertemente su poder adquisitivo. El mecanismo de transferencia negativa ocurre, principalmente, por efecto del proceso inflacionario, dado que los incremento salariales (salvo excepciones) quedaron rezagados frente a la suba de ciertos bienes y servicios que ajustaron sus precios a valor dólar (en particular alimentos y tarifas).

Si bien su apoyo electoral es más amplio, Cambiemos expresa a casi la totalidad de los sectores de mayor poderío económico que operan en Argentina. A riesgo de simplificación, entre los mismos hay dos grandes sectores que me interesa destacar: i) quienes “cobran en pesos y rinden en dólares” (empresas extranjeras, ya sean industriales, de servicios públicos, energéticas o bancos); ii) quienes “cobran en dólares y rinden en pesos” (exportadores, agentes vinculados al turismo, etc.). Más allá del interés en común por revertir las insumisiones del peronismo-kirchnerismo, entre ellos hay intereses contrapuestos. Uno crucial es el valor del dólar. Quienes “cobran en pesos y rinden en dólares” son partidarios de un tipo de cambio relativamente atrasado, de manera que la percepción de sus ingresos en pesos les permita adquirir la mayor cantidad de dólares para remitir a sus casas matrices. Contrariamente, quienes “cobran en dólares y rinden en pesos” prefieren un tipo de cambio elevado, puesto que ello representa más pesos a nivel local. ¿Cómo resolvió este conflicto el gobierno? Generando ciertos mecanismos que permitieran la capitalización (y resguardo) de las utilidades de ambos sectores en moneda estadounidense. Así, se liberó la compra de dólares y se habilitó su libre entrada y salida; se eliminó la obligación para los exportadores de ingresar los dólares al país dentro de un plazo determinado y se ataron los precios de las tarifas públicas a la variación del precio del dólar.

Como consecuencia de este esquema la necesidad de dólares se incrementó y mucho. Con lo cual, desde el inicio de su gestión el gobierno necesita procurarse un flujo considerable y constante de esta moneda. Para ello hay dos maneras genuinas de obtenerlos: inversiones extranjeras y superávit en el intercambio de bienes y servicios. La primera no ha llegado a concretarse hasta el momento. La segunda estrategia fue estimulada por medio de la eliminación de retenciones a las exportaciones, pero al quitar la obligatoriedad de ingresarlos al país, se dejó sujeta a la libre decisión de los exportadores su disponibilidad. Además, el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos no ha parado de crecer. En consecuencia, las alternativas del gobierno se redujeron a la colocación de deuda pública y a estimular el ingreso de dólares financieros atraídos por altas tasas de interés (LEBAC). En ambos casos se obtuvieron “éxitos”, que tuvieron como resultado un importante incremento de la deuda en dólares y la constitución de un gran volumen de LEBACS.

Aceleración y conflictos

Mientras el ingreso de dólares fue relativamente fluido reinaban la estabilidad y el optimismo. En tanto, los conflictos con los sectores perjudicados por las medidas estaban bastante controlados y las diferencias al interior de la coalición gobernante no se expresaban. Pero cuando hubo (aunque mínima) alguna señal amenazadora en relación al dólar, la incertidumbre se hizo presente. Y esa señal apareció con la suba de la tasa de interés de la Reserva Federal de los EEUU (FED) y las mayores dificultades de poder contraer préstamos en esa moneda a partir de enero de este año. Ante esta situación, los actores económicos que se capitalizan en dólares iniciaron una carrera para asegurarse los mismos. Y aquellos que poseen dólares demoran su liquidación a la expectativa de su aumento. El resultado fue una aceleración repentina y constante en la cotización de la moneda estadounidense.

Este incremento desnudó dos ejes de conflicto para el gobierno. Por un lado, con los que “cobran y consumen en pesos”. El traslado a precios de la suba del dólar disminuye el poder adquisitivo de sus ingresos. En consecuencia, se exacerban las demandas y los conflictos por aumentos que compensen dicha pérdida. Por otro, al interior de la propia coalición. Entre los que “cobran en pesos y rinden en dólares” y los que “cobran en dólares y rinden en pesos”, no solo se disputa el precio del dólar. También quién resulta triunfador y quien paga los costos ante la escasez de los mismos. Entre los primeros, hay quienes no tienen sus precios dolarizados. Para estos, el incremento del dólar implica una pérdida de rentabilidad, dado que tienen que gastar más pesos en adquirirlos. En cambio, para aquellos que tienen sus precios dolarizados, la creciente dificultad de conseguir dichos dólares por parte del gobierno puede acarrear la decisión de retrotraer su dolarización. Además, el aumento constante de precios, fruto de la dolarización de tarifas, agudiza el primero de los conflictos señalados. Por otro lado, quienes “cobran en dólares y rinden en pesos” ven con buenos ojos el incremento de su valor. No obstante, ante su escasez, también pueden verse amenazados por una mayor exigencia en cuanto a su liquidación en el país y/o la imposición de algún gravamen.

Estos conflictos se ven potenciados por la estrategia de gestión elegida por Cambiemos. Al asumir, el gobierno tenía dos opciones estratégicas para llevar adelante sus políticas. Una era generando una cierta “autonomía” del Estado. Ello hubiera implicado la conformación de un elenco gubernamental con “densidad política” propia, capaz de trazar una perspectiva estratégica de largo plazo para la realización de los intereses representados, donde las medidas políticas y los tiempos de ejecución se ajustaran a ese plan, aunque ello pudiera significar postergar momentáneamente algunos intereses puntuales. La otra opción era la estrategia “movimientista”, que fue la elegida por el macrismo. La misma se basó en la incorporación “en bruto” al Estado de los intereses de los distintos sectores económicos, políticos y sociales que representa, lo cual se cristalizó en la conformación del elenco gubernamental, integrado en buena parte por representantes directos de dichos intereses sectoriales. Esta estrategia “movimientista” trasladó directamente al seno del Estado las contradicciones de intereses existentes en el plano socioeconómico y debilitó fuertemente las instancias de mediación y/o articulación política de las mismas.

Toda sociedad compleja presenta intereses socioeconómicos contradictorios, los cuales preceden a cualquier gobierno. Lo que varía son los ejes de conflicto que se erigen como más relevantes de acuerdo a las diferentes coaliciones sociopolíticas que se conforman, y las estrategias de procesamiento/ resolución de las mismas que se ensayan. El conjunto de medidas implementadas desembocaron en los conflictos mencionados más arriba, en tanto la estrategia de gestión escogida quitó capacidad al Estado para enfrentarlos. En un reconocimiento de la incapacidad de resolverlos y ante el temor de que se agudizaran los mismos, el gobierno acudió a principios de mayo al auxilio del FMI.

Haciendo futurología

El escenario futuro es muy difícil de predecir. Depende en buena medida del devenir de las disputas enunciadas. Un resultado posible seria que la alianza sociopolítica gobernante (probablemente con el concurso de los sindicatos “negociadores” y la “oposición responsable”) logre vencer las resistencias de la oposición política, sindical y social. Ello derivaría en la consolidación de un proyecto conservador, que supondría una profundización de la redistribución regresiva del ingreso y del poder (reforma laboral, previsional y fiscal mediante. Seguramente, proceso no exento de represión). En este escenario, solo debería dirimirse qué sector interno de la alianza gobernante conduce el proceso hacia adelante. Si aquellos que “cobran en pesos y rinden en dólares” priman, el escenario sería de virtual dolarización de la economía. Si en cambio, los triunfadores internos son quienes “cobran en dólares y rinden en pesos”, se avizorarían un esquema de dólar alto favorable a una economía exportadora. En ambos casos, con salarios a la baja, mayor precarización laboral y deterioro de las condiciones sociales.

Otro escenario muy diferente sería aquel donde los sectores sociales, políticos y económicos perjudicados por esta nueva instancia de neoliberalismo en Argentina, lograran articular una oposición que pueda enfrentar exitosamente a la coalición gobernante. Esto sería posible no solo corrigiendo los errores estratégicos del armado electoral de los partidos que expresan al campo nacional-popular. Una fuerza política que pretenda derrotar al macrismo deberá articular una propuesta que: i) contenga un horizonte a futuro (y no sea solamente un recordatorio de conservar lo ganado); ii) incluya las demandas de nuevos actores y sectores sociales que han cobrado entidad en los últimos años, articulándolos con algunos de los “viejos” (feminismo, nuevos movimientos sociales como la CTEP, etc.); iii) logre construir un renovado carácter insumiso capaz de expresar la insatisfacción de muchos sectores con el actual gobierno. Pero, a la vez, debe procurar neutralizar, al menos en parte, el pavor que provocan dichas insumisiones en ciertos sectores de poder económico, y en muchos otros que sin serlo ni de lejos, acompañan las políticas neoliberales.

También puede ocurrir que esto siga como hasta ahora… hasta que se acaben los dólares.
No se sabe bien qué. Pero probablemente ocurra rápido.

Referencias

Acuña, Carlos (1992); “Organizaciones empresariales y políticas públicas en Argentina”, en AAVV; Organizaciones empresariales y Políticas Públicas, FESUR, Montevideo.
Torre, Juan Carlos.2003. “Los huérfanos de la política de partidos Sobre los alcances y la naturaleza de la crisis de representación partidaria”. Desarrollo Económico, vol. 42, Nº 168.
Porta, Santarcángelo, Schteingart (2017); “Un proyecto político con objetivos económicos. Los límites de la estrategia kirchnerista”; en Pucciarelli, Castellani (coordinadores); Los años del Kirchnerismo. La disputa hegemónica tras la crisis del orden neoliberal; Buenos Aires, Siglo Veintiuno editores.
Benza, Gabriela (2016); “La estructura de clases argentina durante la década de 2003-2013”; en Kessler (Comp) La sociedad argentina hoy; Bs. As. Siglo XXI editores.

  1. Se terminó de redactar el 19 de julio de 2018.
  2. Con la medición de junio, publicada hace pocos días por el INDEC, ya se superó este valor en lo que va de 2018.
  3. Más allá de los (muchos) debates que esto suscita, el mejoramiento de la mayoría de los indicadores socioeconómicos (PBI, empleo, desocupación, ingresos, distribución del ingreso, etc.) entre el 2003 y el 2015) es innegable. Para datos duros, ver Benza (2016), Porta y otros (2017)
  4. Hacia 2015, los extremos de esta fragmentación podrían ejemplificarse, por un lado, con aquellos que reclamaban por la eliminación del impuesto a las ganancias, y, por el otro, con el 30% de trabajadores informales.
  5. Como me expresó un viejo militante luego de la derrota electoral de 2015: “si nosotros, que tanto pregonábamos que representábamos los intereses populares, no pudimos ver que la mayoría de la población no nos acompañaba, es que no estábamos tan cerca de la gente”.
  6. A partir de políticas de esta naturaleza, algunas “buenas condiciones laborales” dejaron de ser “dádivas” del empleador para ser derechos de los trabajadores. Ubico a este punto como origen de no pocos enconos muy virulentos contra la ex presidenta.
  7. La feroz campaña mediática en contra del kirchnerismo, particularmente de parte del multimedios Clarín, fue asentándose en críticas (desvirtuadas mayormente) a alguna/s de esta/s insumisiones.
  8. Me tomo aquí de la noción de Torre (2003).
  9. En esta tarea cuenta con un gran apoyo mediático y de una parte importante del aparato judicial.
  10. Así, se eliminaron las retenciones a las exportaciones agropecuarias y mineras, se aumentaron considerablemente las tarifas de servicios públicos y de los combustibles (y se liberó la fijación de su precio), hubo una rebaja en el impuesto a los bienes personales
  11. Se eliminaron regulaciones financieras, se quitaron restricciones a la libre entrada y salida de capitales, se eliminaron organismos de control, etc.
  12. Un informe del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad de Avellaneda señala que a fines de mayo de 2018, el poder de compra del salario mínimo medido en dólares se había reducido un 34,8 % desde que asumió Cambiemos. https://www.pagina12.com.ar/116297-salarios-deprimidos-por-el-dolar
  13. A esta disputa pueden agregarse los “especuladores financieros” (inversores/especuladores de todo tipo) que apuestan donde perciben posibilidades de ganancia monetaria rápida), quienes solo buscan aprovecharse de los diferenciales de valor del tipo de cambio.
  14. Puede agregarse también las remesas del exterior. Pero en Argentina son muy pocas
  15. Además, un escenario de baja progresiva de las retenciones a la soja y de aumento del dólar, desestimula a que los exportadores rindan los dólares de manera inmediata.
  16. Por fuga de capitales, déficit comercial, pago de interés y pago en turismo.
  17. Al finalizar esta nota, se está intentando desarmar las posiciones en este por otras en LETES.
  18. Quizás, la reforma previsional fue la primera “infidelidad” comprobada del macrismo con su electorado. No obstante, el “affaire” no llegó a ser causal de divorcio.
  19. Se tiene en cuenta la tasa que se paga por los bonos a 10 años.
  20. Entre principios de abril y mediados de junio su valor un 40%. Al cierre de esta nota, la volatilidad en la cotización del dólar continúa. Y las medidas ensayadas por el gobierno no han logrado controlarla.
  21. Con las tarifas de energía eléctrica, el gas y los combustibles se intentó esto. Luego se retrocedió y no queda claro en qué situación se está actualmente. Pero la desdolarización es una posibilidad firme.
  22. El tema de las retnciones a las exportaciones agropecuarias volvió a la agenda. Pese a ser negado, no sería extraño que, pasada la Exposición Rural de Palermo, dejen de bajarse las retenciones a las exportaciones de soja y/o se reinstalen las de trigo y maíz.
  23. En términos poutlanzianos si se quiere.
  24. Tomo prestado esta denominación de Acuña (1992)
  25. Los casos más elocuentes son el área económica, copada por el poder bancario (principalmente internacional), el Ministerio de Energía ocupado por miembros de las empresas del sector, y Agroindustria, repartido entre representantes de las corporaciones sectoriales. Ver al respecto las publicaciones del Observatorio de las elites de IDAES-UNAM:
    http://www.unsam.edu.ar/institutos/idaes/observatorio-elites-argentinas/documentos.asp
  26. El ejemplo más claro fue el fraccionamiento inicial del ex Ministerio de Economía en varias dependencias, muchas veces inconexas.
  27. En el barrio, esto se vería como que fuiste a llamar a tu hermano mayor para que te defendiera de un amiguito que te quería fajar.
  28. Este ha aprobado un préstamo de 50.000 millones de dólares, de los cuales 15.000 millones han sido desembolsados.
  29. Incluyo aquí al FMI.