Número 11
Política
El gobierno de los CEOs
de la patria soberana a la Argentina tercearizada
Hace más de tres décadas, el ingeniero Marcelo Diamand presentó su trabajo “El péndulo argentino ¿hasta cuándo?”(Considerado como uno de los clásicos de la teoría económica argentina) en el que estudia los déficits crónicos de la estructura económica y a la oscilación pendular entre dos corrientes: la expansionista y la ortodoxa.
El período que comprende desde la salida de la convertibilidad hasta el último gobierno de Cristina Kirchner (inclusive) puede ser caracterizado, en términos generales, por la hegemonía de políticas expansionistas. En este período, como pocas veces en la historia argentina, se ha complejizado el concepto soberanía. Esto se evidencia en el punto de partida del período, en el que el Estado recuperó la soberanía monetaria al dejar de lado la paridad cambiaria fija con el dólar. Luego de atravesar una primera etapa caótica, logró establecerse un tipo de cambio real y competitivo en un contexto de altos precios para las commodities. En este contexto, las retenciones a las exportaciones permitieron al Estado hacerse de una caja indispensable para la tracción del resto de la economía.
Más adelante, vino la estatización de las AFJP, la dotación de recursos al ANSES que dan cuenta del rol del Estado sobre las prestaciones sociales. Además, la soberanía energética, cristalizada en la estatización de YPF y la construcción de las centrales nucleares Atucha I y II (y la III en construcción). Hasta se consideró a la soberanía espacial, para lo cual se recuperó el INVAP, se creó el ministerio de Ciencia y Técnica y se repatriaron investigadores argentinos que se encontraban en el exterior. Esto dio como resultado a los ARSAT I, II y el proyecto del ARSAT III. Sin embargo, también han quedado cuentas pendientes, como, por ejemplo, la soberanía alimentaria y demás falencias y limitaciones propias de un país periférico en un modo de producción capitalista. No obstante, todas estas políticas sociales, energéticas, de ciencia y tecnología implicaban cerrar brechas industriales y tecnológicas con el resto del mundo.
Para el final del período, este paradigma perdió consenso en el imaginario colectivo debido a factores económicos y, sobretodo, políticos. En este sentido, hace más de 30 años, Diamand nos advirtió que los equipos ortodoxos llegan al poder en medio de las crisis de balanza de pagos (ver Cuadro 1).
Ciertamente, al ver los datos en el último período del gobierno kirchnerista, notamos que la cuenta corriente y la cuenta capital y financiera eran deficitarias. Entonces, se puede observar que en ese escenario se bifurcaban dos caminos posibles. Por un lado, un salto de calidad hacia un sendero sostenido y sustentable en el tiempo, con las políticas pertinentes que sirvieran de protección frente a los shocks externos. O por otro lado, el ajuste. Claro está que el segundo camino ganó la disputa.
Una vez en el poder y frente a este escenario, la reacción del equipo económico del nuevo gobierno nacional fue recurrir al viejo (y no querido) paquete de medidas ortodoxas. En primer lugar, se llevó a cabo una fuerte devaluación y quita de las mayorías de las retenciones a los bienes primarios exportables, lo que generó un traspaso de recursos hacia estos sectores, mientras que los salarios reales caían, sumada una política monetaria ferozmente restrictiva. La consecuente recesión fue de menor a mayor profundidad.
Diamand ya nos había alertado sobre esta cadena causal, ya que la ortodoxia considera que “la recesión y la caída de los salarios reales no serían más que perjuicios momentáneos que corresponderían a un período inevitable de sacrificio, necesario para ordenar y sanear la economía. Gracias a él, se crearían las bases para el despegue y el crecimiento en un beneficio del conjunto de la población.” (Diamand, 1983: 2). Es decir, Diamand habla de lo que a principios del 2016 el gobierno llamaba “el sinceramiento de la economía”.
Pero el traslado de recursos hacia los sectores más concentrados y poderosos era sólo un capítulo del manual. El bloque financiero- capital extranjero se encuentra representado en el staff económico de este gobierno vía CEOs y/o cuadros propios (J.P Morgan, Shell, HSBC, Carrefour, SOCMA, Monsanto, Caputo, Brown, etc.). En términos de Diamand, las políticas ortodoxas son el pensar y sentir del sector financiero, agropecuario y de gran parte del empresariado local (el cual es perjudicado por estas políticas). De esta manera, el Estado se encuentra plagado de agentes que imponen su paradigma empresarial. Así, con una rudimentaria cuenta de costo y beneficio, todas las dimensiones y aristas que fueron vinculándose al concepto de soberanía van a ir perdiendo su envergadura.
Esta teoría se basa en principio de ventajas comparativas, según el cual los países deben destinar todos sus recursos hacia los sectores que son competitivos a precios internacionales, lo que generaría las divisas necesarias para importar aquellos bienes que se renuncia a producir. De este modo, teóricamente, se aseguraría el bienestar de la población. En el marco de tal razonamiento, cualquier tipo de política industrial no tiene razón de ser. Así, lo más eficiente es la apertura de la economía a las importaciones de productos a precios inferiores a los producidos localmente. Además, según esta lógica, el Estado no tiene por qué subsidiar los servicios públicos ni a los individuos ni a las empresas. Pero la quita de subsidios lejos estuvo de afectar a las proveedoras eléctricas y de gas, ya que el incremento de las tarifas les ha sido más que redituable. Sin mencionar lo redituables que resultaron los 19 mil millones de dólares que condonaron de las deudas que Edenor y Edesur tenían con el Estado, ni todas las licitaciones que la empresa Shell obtuvo por medio del ex (?) CEO y actual ministro de Energía, Juan José Aranguren.
Como resultado de estas políticas, según datos del INDEC, cerraron 5147 empresas y más de 127 mil despidos en los tres primeros trimestres del 2016. Es el número más alto desde la crisis del 2001. Además, el poder adquisitivo quedó nueve puntos por debajo de la inflación. Luego de un año y medio de gestión, se puede afirmar que los resultados de las políticas económicas implementadas fueron desfavorables según el conjunto de los indicadores socio-económicos.
En materia de divisas, el gobierno nacional ha creado las condiciones necesarias para volver a los mercados internacionales de crédito. En primer lugar, definió la salida del cepo cambiario y el pago a los fondos buitres. A partir de ello, el país se endeudó por USD 77.615 millones en 14 meses (15% del PBI). Esto se dio en un contexto de creciente demanda de divisas y fuga de dólares. El gobierno nacional ha propiciado todas las condiciones necesarias para orientar a los distintos estratos del Estado a tomar deuda en los mercados internacionales de manera masiva, como fuente principal de divisas, ya que se logra generarlas ni por el incremento de las exportaciones ni por la atracción de inversiones extranjeras.
Entonces, en un marco de priorización de las ventajas comparativas, de “sinceramiento de la economía” y de atracción de divisas por medio de los mercados crediticios, ya no es necesario el fomento de la generación propia de la Ciencia y la Tecnología. Este es un marco de laissez faire que se complementa con el paradigma empresarial del gobierno, que entiende que es más redituable tercerizar ciertas actividades e importar los productos finales. Así fue como se llevaron adelante los respectivos recortes presupuestarios del CONICET, de las agencias de Ciencia y Tecnología y de las universidades. En el mismo sentido se restringió la entrada a carrera para investigadores, mientras que con el programa “conectar igualdad” reparten cada vez menos maquinas entre los estudiantes, perjudicando a las empresas locales que las producen.
Luego, de un año y medio de gestión de un gobierno que tiene la intención de contribuir cada vez menos a una economía soberana en todos sus aspectos, se puede afirmar que las políticas económicas llevadas a cabo por el gobierno nacional han repercutido en la economía agregada de manera negativa. Es decir, hay altos niveles de desempleo, pérdida de poder adquisitivo, una estructura manufacturera desmantelada, exportaciones que no despegan e inversiones que no llegan. De esta manera, todos los componentes de la demanda agregada se ven perjudicados. Si se analiza el PBI, para el año 2016 había crecido 2.6%, a pesar de los problemas de balanza de pagos ya mencionados. En el 2016, en cambio, las variaciones porcentuales son negativas (ver cuadro 2).
Se observa, entonces, que todos los componentes del PBI se encuentran más y más deteriorados. Podemos afirmar afirmar que el sendero económico del gobierno no es útil ni para paliar problemas de corto plazo ni, menos aun, como un sendero viable hacia un desarrollo económico sustentable. Con lo analizado hasta aquí, podemos concluir que las políticas económicas ortodoxas del gobierno nacional han sido contraproducentes para la totalidad de la economía y que, por lo tanto, las proyecciones que se pueden realizar no son alentadoras.
Bibliografía
Marcelo Diamand (1983). “El péndulo argentino: ¿hasta cuándo?”. Conferencia sobre Medidas de Cambio Político Económico en América Latina, Venderbilt University, de Nashville, Tennesse, Estados Unidos.