Avanza la “derecha democrática”

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Damián Corral es Licenciado en Comunicación Social, Doctor en Ciencias Sociales, Investigador-Docente en la UNGS

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La fiebre amarilla se expande por el país. El resultado de las elecciones legislativas de octubre pasado fortaleció al gobierno de Cambiemos al imponerse en las principales provincias y en otras de menor volumen electoral pero gobernadas por la oposición. Así, la coalición oficialista consolidó la preferencia del electorado cordobés, revirtió la elección de las PASO en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, ganó con comodidad en Mendoza, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, Santa Cruz, Neuquén y logró imponerse sorpresivamente en Salta, Chaco y La Rioja. En tanto, en la ciudad de Buenos Aires el PRO renovó una vez más su reinado, con un triunfo aplastante sobre el histórico kirchnerismo del 22%. Paso a paso, el racinguista Rodríguez Larreta va construyendo su camino presidencial.

Como era de prever, la campaña en el distrito dirimente para consolidar el triunfo a nivel nacional la encabezó la gobernadora María Eugenia Vidal, apelando a la estrategia exitosamente probada en la provincia por Eduardo Duhalde hace dos décadas, la visibilidad de la obra pública. También se volvió a utilizar el redituable recurso de despolitizar el modo de interpelar al votante al nombrarlo como “vecino”, forma de destinación discursiva muy recorrida por los radicalismos municipales en el interior de la provincia en los años noventa, donde el intendente se presentaba como un gestor frente a una ciudadanía que no quería que su vida privada fuera perturbada por la politicidad y el conflicto. Vidal se dirigió a un individuo inmerso en su propia cotidianeidad “a vos que trabajás, que la peleás”, indolente en relación a la idea de comunidad política y a los compromisos solidaristas. El equipo de campaña bonaerense rápidamente advirtió que cada vez que hablaba Esteban Bullrich el kirchnerismo encontraba petróleo en sus palabras y lo relegó a acompañante de la gobernadora, quien suplió en presencia y efectividad comunicacional a los principales candidatos, poco provistos de retórica y carisma. En suma, María Eugenia Vidal, recientemente empoderada por la coparticipación federal, emerge del otro lado de la General Paz también como potencial candidata presidencial.

Algunos tópicos del relato PRO se profundizaron en campaña, como la apuesta por el “cambio” y la “lucha contra las mafias”: desde el gobierno nacional se buscó identificar con ellas al kirchnerismo en primer lugar, a los sindicatos, a los abogados laboralistas, a los trabajadores y organizaciones sociales que se movilizaron en defensa de derechos afectados, hasta se incluyó a los académicos. La gestión del pasado organizó la estrategia electoral del oficialismo. Un pasado de corta temporalidad -el tiempo del kirchnerismo se catalogó como oscuro, corrupto, clientelar, irresponsable, ineficiente, caótico, “dejaron un país devastado” afinó el coro- se articuló con la gestión de un pasado de larga temporalidad -“revertir la decadencia y las frustraciones de los últimos 70 años”-, período que coincide con la existencia del peronismo. Desterrar definitivamente al populismo de la realidad sociopolítica argentina fue una idea-fuerza que el gobierno tercerizó hábilmente en columnistas de amplias audiencias y públicos, capaces de tonificar la terminología intolerante y descalificadora vertida por los lectores de los principales diarios del país en su versión electrónica -que tan lúcidamente Roberto Yacoby y Syd Krochmalny examinaron en “Diarios del odio”- contra el gobierno anterior. El desplazamiento de la retórica argumentativa propia del editorialista político clásico a la consigna efectista y la pluma encolerizada encuentra cierta homologación en la palabra pública de la coalición, que no es flamante. El ciclo abierto en el 2015 por Miguel Torres Del Sel cuando estigmatizó a las jóvenes beneficiarias de la Asignación Universal por Hijo alcanzó su plenitud los días previos a los comicios con las incalificables expresiones de Elisa Carrió sobre el presunto destino de Santiago Maldonado. De los márgenes al centro, la palabra política de Cambiemos transita con impunidad en el espacio público.

En un contexto de empeoramiento de casi todos los indicadores socioeconómicos en relación al 2015, de tarifazos y masivo endeudamiento externo, de monetarismo talibán del Banco Central y de embestida contra la matriz proteccionista y reguladora del Estado, el gobierno gestionó con eficacia que los padecimientos actuales correspondían a la herencia recibida, aquella signada por el descalabro económico y los políticos venales, impulsando una moralidad implacable con la política e indulgente con el lado B de la corrupción sistémica: el empresariado. En ese sentido, más que un apoyo al rumbo económico, el gobierno consolidó un voto antikirchnerista agitando pasiones, temores y valorizaciones peyorativas. “Unir a los argentinos” contra Cristina.

Hegemonía y crisis orgánica

Mientras el resultado electoral le permitió al oficialismo avanzar en la construcción de hegemonía, el peronismo atraviesa su propia crisis orgánica. Cristina Fernández de Kirchner obtuvo un importante caudal de votos teniendo en cuenta las condiciones de la campaña y el hostigamiento recibido desde el oficialismo, el poder mediático y judicial. Pero no le alcanzó para doblegar al gobierno y repitió una derrota electoral de su espacio como en el 2013 y el 2015. El eje predominante de campaña fue la denuncia contra las políticas de ajuste impulsadas por el gobierno, aunque no logró instalar un clivaje en esos términos. Tampoco absorber el voto peronista que había apoyado a Randazzo en las PASO. Con los resultados en la mano, queda más claro que fue un error la decisión de no haber resuelto las diferencias con su ex ministro en una interna. En la noche de las elecciones, la ex presidenta mostró el ancho de basto y le indicó al resto del peronismo vengan al pie, asegurando que Unidad Ciudadana será “la base, no la totalidad, de la construcción de la alternativa a este gobierno”. Como ya se ha señalado en diferentes oportunidades, la ex mandataria capitaliza dos activos importantes por los que cualquier dirigente peronista pagaría hoy al contado: un liderazgo fuerte y una base electoral que sigue siendo importante. Sin embargo, en su retorno a la palestra política, permanecieron algunos rasgos del kirchnerismo crepuscular que pueden operar como obstáculos en el futuro.

Parte de la construcción hegemónica consiste en moderar, contener y lograr que la oposición, o una parte de ella, se mantenga en un lugar subordinado. Esto último podría leerse a la luz del lugar que el oficialismo les asignó a Massa y Randazzo en la campaña: funcionando como dos colectoras del oficialismo, ambos candidatos justicialistas centralizaron su campaña en examinar críticamente el gobierno de la ex presidenta buscando erosionar su figura. La gobernabilidad a cielo abierto provista por el bloque que conduce el tigrense en el Parlamento con el apoyo a un número importante de leyes impulsadas por el gobierno nacional, sumado a la reconfortante expansión de sus cuadros en la burocracia estatal bonaerense, lo colocó en un lugar inverosímil para legitimarse electoralmente como la opción opositora. Desde su triunfo resonante en las legislativas del 2013 con el 43% de los votos, Sergio Massa inició un ciclo de movilidad electoral descendente en sus performances posteriores hasta quedar reducido al 11% de los votos en octubre de este año, sufriendo una diáspora de apoyos del 4% en relación a las PASO, porcentaje idéntico a la diferencia con la que Esteban Bullrich doblegó a Cristina Fernández de Kirchner. Entre tanta obra pública de último momento, al “más rápido en una baldosa” le angostaron la avenida del medio.

En el otro caso, después de un silencio extra large durante buena parte de la gestión de Macri, lo más enfático que planteó el dirigente oriundo de Chivilcoy en la campaña fue que el gobierno de Macri “es insensible”. Con tibios apoyos sindicales y casi ningún intendente de peso, la figura del ex ministro quedó fuertemente diluida en el segmento de la oposición blanda perdiendo entusiasmo incluso entre aquellas organizaciones que buscaban motivos para botar a Randazo a las aguas de la oposición: el movimiento de indignados contra Cristina. En el otro flanco del espectro opositor, uno de los datos significativos que dejaron las elecciones de octubre fue la buena performance nacional del FIT. A pesar de las tradicionales dificultades para anudar alianzas, este sector fue respaldado por la presencia y visibilidad en los conflictos sociales obteniendo resultados destacados en perspectiva histórica en diferentes distritos del país. Expresa además el crecimiento en conocimiento y legitimidad de Miriam Bregman, una figura política renovadora en la dirigencia de izquierda.

Temporalidades y reconstrucciones

La fragmentación del peronismo anuncia que su tarea de reconstrucción, si existe, requerirá de verdadera imaginación. El peronismo de los intendentes del conurbano se enfrasca en la lucha interna por la conducción del PJ provincial; el peronismo de la CGT capitula en el palacio frente a la flexibilización laboral; el peronismo de los gobernadores se divide entre aquellos de tonalidades cambiemitas derrotados electoralmente en sus propias comarcas, y aquellos que, aún ganadores de los comicios, buscan ser Frigerio friendly, opositores amables y “responsables” para atravesar sin tempestades sus mandatos y ser reelegidos. A todos estos sectores los une el espanto: les falta liderazgo y votos. En el medio de detenciones y aceleración de causas judiciales, proliferan internas, pases de facturas, acusaciones, nominación de nuevxs mariscales de la derrota. Desde ningún sector se promueve la autocrítica. Desplazándose de la matriz estadocéntrica en los cuarenta a las mercadocéntrica en los noventa, el peronismo deberá debatir alguna vez su matriz egocéntrica.

En este marco, una de los escenarios expectantes en el corto plazo asoma en el Senado, con la llegada de Cristina Fernández de Kirchner y la puja por imponer voluntades que tendrá con Miguel Ángel Pichetto, presidente del bloque justicialista, interlocutor del gobierno y palabra redentora en el peronismo conservador. Si la apuesta de la ex presidenta, incierta por ahora, fuera conducir una alternativa de poder de cara al 2019 queda claro que se necesitará menos personalismo, mayor capacidad para convencer a sectores políticos, gremiales y sociales no alineados, y habilitar más participación efectiva en la toma de decisiones; volver a equalizar la relación entre la voz y la escucha. Menos incierta parece la opción de que el kirchnerismo realmente existente se consolide como una fuerza parlamentaria de oposición intensa, recostada en la izquierda del peronismo, atrincherada en sus convicciones y con menor vocación hegemónica.

Más allá del peronismo, la primera tarea en el diverso campo de la oposición política y social al gobierno se presenta vasta y con horizontes de largo plazo: la elaboración de una agenda legislativa clara, firme y dúctil para articular posiciones entre quienes alienten un proyecto alternativo al neoliberal imperante, que refleje y acompañe la protesta social resultante de las nuevas medidas de ajuste.

Así como en algunas lecturas académicas el kirchnerismo verdadero comienza con el conflicto del campo, desde otros análisis estaríamos conociendo ahora, resuelta con éxito la coyuntura electoral, al macrismo de pura cepa en el gobierno con el avance acelerado de una serie de reformas lesivas para los intereses y derechos de la mayoría de trabajadorxs y jubiladxs, en un contexto donde comunicacionalmente se tiende a focalizar en los funcionarios del gobierno anterior detenidos y se van expulsando las voces periodísticas disidentes.

Escrita semana después de las elecciones, esta nota se vio interceptada a punto de entrar a prensa por las intensas y dolorosas jornadas decembrinas. El gobierno adelantó el tratamiento parlamentario de la reforma previsional, en una sesión que primero tuvo que ser levantada por la represión desplegada por las fuerzas de seguridad en las calles, y días después se reaunudó y logro aprobarse el proyecto coercionando a los gobernadores y con un estrecho margen de diez votos. El escenario parlamentario anunció algunas novedades: por un lado, la impericia en tratar con urgencia sin un debido debate previo el proyecto de ley obligó a volverse opositores aquellos legisladores que desean ser oficialistas; por otra parte, el Frente para la Victoria se fortaleció en la Cámara de Diputados con el retorno a la conducción de su bloque de Agustín Rossi. A su vez, liberados ya de los cheques de oposición responsable emitidos por Sergio Massa, lxs principales legisladorxs del Frente Renovador parecían sentirse cómodos confrontando con el gobierno nacional. En términos generales y sin desconocer la fragmentación, se avizora una oposición parlamentaria más enfática y con mayor voluntad de articulación que en los dos primeros años de gobierno.

La reforma previsional provocó un rechazo generalizado en la sociedad argentina y así se expresó en masivas jornadas de protesta y movilización. La multitud interpelante en las calles soleadas, el trepidar de la indignación cacerolera por la noche, pero también la deliberada decisión de reprimir como único método para resolver el conflicto social evocan imágenes indelebles de diciembre del 2001, sin ser equiparable en términos de crisis socioeconómica y de legitimidad política. A dos años de gestión y habiéndose afianzado políticamente en las urnas recientemente, el presidente Macri necesita trocar palabras por balas para reforzar su gobernabilidad, en lo que representa un signo de debilidad política para el “mejor equipo de los últimos cincuenta años”. Gaseando Buenos Aires puede impactar incluso en el corazón de su propio electorado, que en Palermo, Barrio Norte o Belgrano por primera vez latió su fastidio a puro balcón y teflón.

Las credenciales democráticas de la coalición gobernante no deberían evaluarse únicamente en relación al régimen político y a su legitimidad de origen, sino también en cuanto al Estado de derecho y al horizonte igualitarista. En estos últimos planos, el gobierno de Cambiemos acumula déficits gemelos.