Documento de la Asamblea de Mujeres Autoconvocadas de la UNGS

8 de marzo de 2017. Paro Internacional de Mujeres

Desde el 19 de octubre del año pasado, cuando se realizó el primer Paro Nacional de Mujeres, una idea, una necesidad, un deseo fue pasando de boca en boca, fue tejiéndose en cientos de reuniones. Una fuerza que no se ajusta a fronteras ni soporta distancias: organizar una acción contundente y común para retomar el 8 de marzo, día internacional de las mujeres, todas nosotras trabajadoras. El Paro Internacional de Mujeres, que está gestándose desde entonces, es ahora un hecho. Hoy 8 de marzo no queremos flores para nosotras. Hoy hay asamblea, movimiento. Hoy hay paro, trenazo y movilización.

Somos un grupo de Mujeres Autoconvocadas de la UNGS, formado por docentes, graduadas, estudiantes, no docentes, en toda nuestra diversidad y pluralidad, que empezamos a reunirnos y a compartir la necesidad de organizarnos a partir del Paro del 19 de octubre del año pasado; organizarnos para este paro de hoy, y organizarnos en la construcción colectiva de un espacio de Mujeres, abierto a todas nosotras, en esta universidad.

Un espacio que pensamos, en principio, como una asamblea en la cual nos encontremos mensualmente para compartir, contar, preguntarnos y respondernos; pensar y generar herramientas para transformar las desigualdades que nos atraviesan por ser mujeres, travestis, lesbianas, trans. Un espacio donde la palabra circule y nos envuelva.

No somos vanguardia ni somos pioneras. Somos parte de un movimiento de mujeres con una larga y dinámica historia nacional e internacional, que se va transformando a medida que cada una de nosotras decide ser parte, con nuestras realidades, experiencias y perspectivas. Nuestra participación en este colectivo es fundamental para poder sostenerlo en el tiempo y producir transformaciones significativas.

Esa participación inevitablemente nos transforma. Por eso reconocemos en los Encuentros de Mujeres una experiencia vital irremplazable por su valor colectivo e individual, y desde este espacio nos proponemos organizarnos para fomentar la participación en los Encuentros, como ya lo vienen haciendo otras compañeras, para ir juntas, las que ya fueron y las que lo harán por primera vez, las que vienen militando hace mucho en el feminismo y las que nunca lo hicieron.

Nos imaginamos este espacio como un espacio para trazar una agenda con perspectiva de género en la universidad, para proponer soluciones concretas que hagan de esta universidad un lugar más libre y más igualitario: uno de los desafíos es crear e implementar el Protocolo contra la violencia de género. Otro compromiso es avanzar en licencias por violencia de género en todos los claustros.

Un espacio para cuestionarnos nuestra forma de hablar, porque sabemos que el lenguaje no es neutral. Tenemos que inventarnos las palabras que contribuyan a emanciparnos y dejen de oprimirnos. Porque qué nombramos y cómo nombramos funciona como registro de visibilidad o invisibilidad. En el decir y en el nombrar nos creamos en nuestras identidades diversas y nos reafirmamos en esa heterogeneidad. Ahí reside el poder del lenguaje y del carácter inclusivo o no de las palabras.
La Ley de protección integral a las mujeres (Nº 26485), sancionada en 2009, establece en su 5to artículo cinco tipos de violencias. La violencia física, la psicológica, la simbólica y la económica y patrimonial. Estas violencias se expresan en diversas modalidades: doméstica, institucional, mediática, laboral, obstétrica, contra la libertad reproductiva, etc. Los femicidios conmueven al conjunto de la sociedad, pero, ante la noticia del asesinato de una mujer y sus hijos, seguimos escuchando comentarios como “pero, ¿y los hijos qué tenían que ver?”.

Formar parte del movimiento de mujeres no significa abandonar ni dejar de lado nuestras identidades políticas, sindicales, ideológicas, sexuales y económicas. Estamos convencidas de que el camino es la articulación y la unidad para encarar una ardua y larga lucha, que es política, cultural, económica e ideológica.

Nuestra lucha es contra el patriarcado, pero también -e inseparablemente- contra un sistema capitalista neoliberal que nos oprime de forma diferencial. Nosotras sufrimos más la precariedad y el desempleo, una de cada tres mujeres no tiene ingresos propios, por lo que depende económicamente de otra persona. También la feminización de una ocupación es sinónimo de menores remuneraciones o ajustes, como pasa en educación, salud y ciencias sociales. Además, los trabajos de cuidado (o de reproducción) a los que les dedicamos el doble de tiempo que los varones, son invisibilizados y menospreciados. Porque con o sin amor las tareas domésticas y de cuidado son trabajo no remunerado. Por eso decimos que si las mujeres no valemos, produzcan sin nosotras.

También queremos que este sea un espacio para formarnos, una formación horizontal que sea capaz de aprovechar el conocimiento ya construido, pero también construir conocimiento a partir de nuestras experiencias y de nuestros saberes, que son muchos y valiosos. Porque cualquiera que haya hecho una pequeña exploración se podrá dar cuenta de todos los datos que necesitamos y nos faltan. Como mujeres universitarias tenemos casi la obligación de afrontar esta tarea.

El piso pegajoso y el techo de cristal son realidades tangibles. Cuando las mujeres asumimos los cargos jerárquicos y de conducción constituimos una anomalía y una minoría, aun cuando representamos a colectivos donde las mujeres somos amplia mayoría.

Nuestra lucha contra el patriarcado es también seguir denunciando que Milagro Sala es una presa política, que está presa por mujer, pobre, negra, coya y luchadora.

Nuestra lucha es por el aborto legal, seguro y gratuito en hospitales públicos, por el derecho a la autonomía de nuestros cuerpos, a disfrutar de la sexualidad con libertad y sin miedo.

Nuestro grito es por la libertad de Higui, que está presa por sobrevivir, por ser lesbiana y pobre. Nuestro grito es por todas aquellas que ya no están: porque hay un femicidio cada 18hs.

Reunirnos es fundar una hospitalidad para las diferencias, la reflexión en común, el reconocimiento de la fuerza que tenemos estando juntas. La tierra tiembla, pero porque nosotras la hacemos temblar. Con la potencia que nos descubrimos, con la rabia que nos moviliza, con la decisión de fundar el mundo en el que queremos vivir.