Número 13
Filosofía
Los “jóvenes hegelianos” en el pensamiento italiano
Una de las características distintivas del marxismo italiano es su impronta filosófica. Ello explica que Mondolfo y Gramsci, en la línea de Labriola, definan el marxismo como filosofía de la praxis en contraposición al aparato cultural de la filosofía idealista. Es llamativo que en el medio filosófico local, aun cuando la Argentina mantuvo desde temprano relaciones con la traducción de la obra de Gramsci y la producción de la obra de Mondolfo, exiliado en el país expulsado de la Italia fascista, la filosofía italiana no haya ocupado un lugar destacado. Posiblemente esto pueda explicarlo la hegemonía teórica que el pensamiento francoalemán ha ejercido desde el siglo XIX y que en el ámbito específicamente filosófico se ha profundizado en el siglo XX, salvo algunas excepciones, como la del propio Mondolfo.
Durante la primera mitad del siglo XX, Italia es el escenario privilegiado de dos acontecimientos filosóficos; por un lado, el intento de actualizar el pensamiento de Hegel, que llevan a cabo el historicismo absoluto de Croce y el actualismo de Gentile, por otro, la crítica al hegelianismo de los herederos y detractores del neoidealismo, quienes introducen la problemática de los jóvenes hegelianos en el marco de una disputa político-cultural cuyo vocero más consciente, Antonio Gramsci (1891-1937), no proviene de las filas del estricto quehacer filosófico. De la filosofía surgen las lecturas de la disolución del hegelianismo realizadas por Franco Lombardi (1906-1989) y Rodolfo Mondolfo (1877-1976), de las que se desprende que la recepción de los jóvenes hegelianos en el pensamiento italiano se circunscribió principalmente a las figuras de Kierkegaard y Feuerbach. A diferencia del debate suscitado al interior de la filosofía de la praxis de la mano de Mondolfo y Gramsci, quienes se concentraron en la discusión sobre la autonomía de la propuesta filosófica de Feuerbach respecto a la de Marx, ya desde los inicios del desarrollo teórico de Lombardi, no solo Feuerbach sino también Kierkegaard, ocupó un lugar destacado. Esta es la primera característica distintiva de la recepción de Lombardi, el hecho de que conciba a Feuerbach y Kierkegaard como fundadores de la moderna filosofía de la religión, debido al “giro antropológico” que ambos introdujeron, generando las condiciones de posibilidad de una filosofía del hombre y para el hombre que Lombardi defenderá hasta sus años de madurez. Por otra parte, a diferencia de la recepción alemana llevada a cabo por Karl Löwith en 1939, quien concibe conjuntamente a Kierkegaard y Marx como críticos poshegelianos del mundo cristiano-burgués, Lombardi unos años antes realiza un ejercicio teórico análogo al de Löwith, pero pensando de manera conjunta a Kierkegaard y Feuerbach, siendo en esta época el único partidario de semejante conjunción. A su vez, la defensa de Lombardi de la “autonomía de la filosofía” nos permite esbozar la segunda característica que su recepción de Feuerbach comparte con la de Mondolfo. Mientras Mondolfo y Lombardi tienden a pensar a Feuerbach independientemente de la apropiación marxiana de las Tesis sobre Feuerbach, éste no es el caso de Gramsci, quien en los Quaderni del carcere interpreta a Feuerbach siguiendo las huellas de Marx.
Lombardi realiza una temprana recepción de Feuerbach y Kierkegaard (1935-1936) a partir de dos ejes: la contraposición cultural entre Italia y Alemania y la “disolución de la escuela hegeliana”. Ya en 1934 Lombardi se pregunta por qué razón si en Alemania se lee a Kierkegaard, Marx y Nietzsche, no sucede lo mismo en Italia. La respuesta que ofrece es que esto sucede debido al desarrollo anacrónico de la filosofía idealista italiana, que hacía uso de conceptos caducos en Alemania desde hacía ya un siglo con la “disolución de la escuela hegeliana”. En 1936, vincula a Kierkegaard con la disolución de la escuela hegeliana y considera a Alemania la “segunda patria” de Kierkegaard. En 1953, contrapone las visiones del mundo de Italia y Alemania y compara a Kierkegaard con Feuerbach y Marx a partir de un problema filosófico específico: “la crítica a la metafísica de la tradición occidental”. En este contexto, recurre a Kierkegaard con el objeto de enfrentarse al idealismo del espíritu de Croce y Gentile a partir de una crítica a la “filosofía moderna de la inmanencia” (historicismo absoluto de Croce) entendida como teología invertida. Frente a esta “inversión de la teología”, Kierkegaard y Feuerbach fundan la moderna filosofía de la religión que permite ofrecer a la filosofía moderna su verdadero horizonte. Éste debe distinguir no tanto la filosofía de la ciencia sino la filosofía de la religión y reconocer lo que es propio a cada investigación.
En suma, entre 1935 y 1953, la comparación entre Italia y Alemania se mantiene pero Lombardi va precisando su análisis haciendo uso de un problema filosófico específico, por un lado, y discutiendo con la tradición filosófica italiana, por el otro. Puede observarse en su pensamiento una progresiva toma de conciencia respecto de su rol intelectual respecto del neoidealismo italiano, al que le disputa la hegemonía cultural, en lo que coincide con Gramsci. Si bien en Ricostruzione filosofica se declara continuador de Croce, aclara que la filosofía neoidealista se caracteriza por un espíritu moderno y humanista que no se ve reflejado en los sistemas metafísicos que produce. El neoidelaismo posee un carácter revolucionario que no logra profundizar, produciendo un efecto regresivo en la cultura italiana que desde temprano la obra de Lombardi pretende corregir. Ya en su libro sobre Feuerbach manifiesta la preocupación por introducir a este autor en Italia, donde es prácticamente desconocido, salvo por algunas consideraciones de Mondolfo, en el marco del desarrollo del pensamiento hegeliano, con el objeto de poner en discusión el “nuevo idealismo italiano” (Croce y Gentile). La intención de Lombardi parece ser la de discutir, por medio de Feuerbach, la herencia hegeliana en Italia, defendiendo como “nuestros hegelianos” a De Sanctis, Tommasi y Labriola antes que a Croce y Gentile.
Es llamativo que Lombardi presente a Feuerbach (1935) como un “profeta en soledad”, casi en los mismos términos en que Testa lo describe al propio Lombardi. Su “nuevo humanismo” se funda en el pensamiento de Kierkegaard y Feuerbach. Para abordar el problema de la historia, que es central para su proyecto teórico, Lombardi sigue el modelo de Feuerbach, pues éste contribuye a la “desacralización de la historia” cuestionando el proceder de la filosofía tradicional, cuyo carácter “teológico-cosmogónico” (desde el hinduismo brahmánico hasta Hegel) generó la pregunta “religiosa” sobre el origen del ser, colocando a la filosofía en la senda del sinsentido de la que el “nuevo humanismo” busca rescatarla. El ser simplemente es y no es objetivo de la filosofía explicar su origen, confundiendo su destino con la teología, sino más bien explicar la historia o “mundo de los hombres” (1935) desde la perspectiva de los hechos que el accionar del individuo empírico concreto enfrenta.
A su vez, al interior de la tradición que interpreta el marxismo como filosofía de la praxis, Feuerbach es objeto de una disputa. Mientras Mondolfo defiende la autonomía del pensador respecto de Marx, Gramsci adhiere a la interpretación esgrimida en las Tesis sobre Feuerbach. Si bien en los Quaderni del carcere aparecen alusiones a Stirner, Bauer y Nietzsche, el poshegeliano más citado es Feuerbach, cuya lectura es mediada por Marx. El modo en que el militante sardo entiende la crítica de Feuerbach al idealismo es relevante para entender las relaciones entre el marxismo con la filosofía moderna en general y con el idealismo en particular. Gramsci considera que la filosofía de la praxis, como momento culminante de la cultura moderna, debe retomar la senda de la unidad entre pensamiento y realidad que el planteo idealista de Hegel había posibilitado y la filosofía poshegeliana había impedido. Por lo tanto, el “nuevo humanismo” de Feuerbach, a pesar de haber oficiado de condición de posibilidad del desarrollo del marxismo en los términos en que Gramsci lo entiende, es rechazado tanto como el neoidealismo italiano, que no logra llevar hasta las últimas consecuencias las hipótesis de Hegel. En la lectura de Gramsci la filosofía de la praxis debe superar tanto al neoidealismo, recuperando el núcleo más historicista de Hegel, como al poshegelianismo, recuperando la unidad entre pensamiento y ser del planteo idealista, que le permite hallar el fundamento de la autonomía filosófica del marxismo y defender la unidad dialéctica de teoría y praxis.
Tempranamente (1919) el militante sardo se refiere a la lectura del marxismo de Mondolfo socarronamente, sosteniendo que la pasión de Mondolfo por la revolución sólo es “amor gramatical”, dando a entender que el profesor sólo profesa un marxismo teórico, incapaz de comprender los movimientos político-sociales concretos. Más tarde, en los Quaderni del carcere, Gramsci se refiere a Mondolfo en escasas ocasiones, reconoce que en la historia de la cultura nunca se hizo una investigación sistemática del pensamiento de Engels como en Il Materialismo storico in Federico Engels (1912) y por esa razón el libro de Mondolfo resulta muy útil, pero al comentar el libro de un discípulo de Mondolfo, La Filosofia di Antonio Labriola de Diambrini Palazzi, sostiene que se observa la misma pobreza de conceptos que la de la enseñanza universitaria de su maestro. En suma, Gramsci trata muy duramente a Mondolfo, tanto en su juventud como en el período carcelario. Mondolfo, por su parte, anticipándose a Perry Anderson, describe la filosofía de la praxis gramsciana como una antinomia, cuyos términos son el partido –como elemento autoritario– y el espontáneo accionar de las masas –como elemento libertario–. Esta descripción se enmarca en el constante interés de Mondolfo por defender la relación entre socialismo y democracia, que lo inscribe en las discusiones en torno a la posibilidad de desarrollo del socialismo reformista. De allí que el debate sobre la figura de Feuerbach deba plantearse en el marco de la discusión política entre el socialismo reformista y el comunismo.
En este contexto, pueden señalarse dos cuestiones. La primera relativa a la diferencia al interior del socialismo italiano entre quienes realizan una lectura del marxismo en términos de “filosofía de la praxis” (Mondolfo y Gramsci) y quienes (Lombardi) conjugan elementos del marxismo con otros provenientes del existencialismo a la hora de seleccionar los autores que serán objeto de apropiación. Mientras los primeros se dedican exclusivamente a Feuerbach, el segundo lo piensa junto a Kierkegaard. No obstante, esta diferencia no es definitiva; una lectura detenida nos permite observar interesantes entrecruzamientos que nos conducen a la segunda cuestión que deseamos señalar. La interpretación que permite pensar a Feuerbach independientemente de Marx se produce en la arena “propiamente filosófica” de las obras de Mondolfo y Lombardi. Sin embargo, cuando el interés no se reduce exclusivamente a la historia de la filosofía sino a la de la cultura, como es el caso de Gramsci, la preocupación por la autonomía del pensamiento de Feuerbach no sólo se desvanece sino que ni siquiera se vislumbra. Probablemente esto se deba a que en la obra del militante sardo el quehacer teórico es planteado en estrecha relación con el devenir político-ideológico.
Nos parece importante dar cuenta del rol que desempeñó el estudio de la filosofía de los jóvenes hegelianos, en las figuras de Kierkegaard y Feuerbach, en el pensamiento italiano que se resistió al avance y profundización del fascismo. En este sentido, la figura de Lombardi es clave, pues en 1935 publica un libro sobre Feuerbach y en 1936 otro sobre Kierkegaard, autores que habían permanecido al margen de la tradición académica, y que luego de la liberación fueron rescatados en el marco del renacimiento marxista y del existencialismo. A diferencia de Lombardi, quien pone en diálogo a los dos pensadores poshegelianos a partir del eje conceptual de la crítica a la religión, Mondolfo y Gramsci polemizan en torno al rol de Feuerbach en el contexto de la formulación y justificación teórica de la filosofía de la praxis. Esta decisión teórica nos permite trazar una línea divisoria entre el socialismo italiano, que de la mano de Lombardi plantea una síntesis peculiar entre elementos de origen existencialista con otros de raigambre materialista, y el marxismo italiano de la “praxis”, que no se detiene en la figura de Kierkegaard y se concentra exclusivamente en Feuerbach. Al interior de la filosofía de la praxis, no obstante, la recepción de Feuerbach no es homogénea. Mientras Gramsci en la cárcel parece comprender a Feuerbach a partir de la herencia marxiana de las Tesis, y por lo tanto considera que es necesario volver a Hegel para poder unir lo que el poshegelianismo había desunido (pensar y ser; teoría y praxis), Mondolfo, alejado de su tierra y exiliado en Argentina por causa del fascismo, busca más bien comprender el sentido del aporte teórico de la filosofía de Feuerbach independientemente de la apropiación de Marx. En suma, a pesar de la influencia de Croce y Gentile, en la recepción de los jóvenes hegelianos el socialismo italiano encuentra la herramienta teórica más eficaz para criticar al neoidealismo. Sin embargo, mientras en Gramsci y Lombardi (esto es, al interior de Italia) la discusión sobre los jóvenes hegelianos parece jugar un rol en el terreno ideológico, vinculada a la disputa por la hegemonía cultural del neoidealismo, no sucede lo mismo en el caso de Mondolfo, quien exiliado, discute el tema al interior de la propia tradición de pensamiento, el marxismo entendido como filosofía de la praxis.