El universo educativo: política y democratización del conocimiento

Quienes buscan la verdad y se encuentran con la mentira

Escrita por

Yésica RodrÍguez es Becaria CONICET y Docente con cargo simple (UNGS).

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Desde la Reforma Universitaria de 1918, iniciada en Argentina y luego extendida a otros países latinoamericanos, no se puede entender la democratización, es decir, el acceso irrestricto de todos los sectores que componen el entramado social a las universidades, separada del contexto político social, y cómo éstos afectan la permanencia y el egreso de los ingresantes a las nuevas Universidades Nacionales Públicas. La democratización y apertura de nuevas posibilidades de ascenso social, mediante una carrera universitaria, debe entenderse como un logro de las luchas políticas llevadas a cabo en el siglo XX, y no como una transformación meramente pedagógica. Esto no quiere decir que las proyecciones pedagógicas que conllevan la masividad no deban ser tomadas en cuenta como un factor decisivo, puesto que: (a) la democratización no implica una mayor inclusión de todos los sectores que desean ingresar a la comunidad académica; (b) la inclusión, además no garantiza la permanencia de los ingresantes, muchas veces primera generación que ingresa a la universidad y (c) la universidad no se encuentra aislada de los cambios políticos sociales que se producen en los países y en las regiones, este es un hecho evidente, todos los miembros que la componen son parte y actúan, cada uno en el lugar que ocupan, dentro de los cambios, luchas, deseos e intereses ideológicos que estos cambios demandan, por ello, es de importancia superlativa, reconocer periodos en los que hay mayor ascenso social, o al contrario, una baja de las condiciones económico-sociales de dichos componentes, para la posibilidad del egreso y el “sentirse parte” de una comunidad académica.

La democratización del conocimiento es aún hoy un tema a tratar. Se han creado en los últimos años nuevas universidades alejadas de los centros urbanos, incluso en provincias donde antes no había universidades, como el caso de la universidad de Tierra del Fuego, creada en 2010 o la Universidad del Chaco Austral de 2008. Lo cierto es que para la fecha contamos en el territorio con 55 universidades nacionales y públicas.

En la década del ochenta, se puede observar, las investigaciones académicas así lo demuestran, una suba en la matricula de las universidades, y también en la década del 90, durante el plan neoliberal implementado por el menemismo. El neoliberalismo, es un modelo económico social y político, que ha mutado, y lejos de llegar a su fin se ha trasformado hasta llegar a instancias muy distintas y más brutales. El capitalismo foráneo, que arrasa con todo, nos muestra algo nuevo: “a las Universidades no llega ningún pobre”, es decir, no debería, no, aún más imperativo: no debe llegar ningún pobre, ergo, no deben existir universidades públicas, estas no son necesarias. El discurso del costo-beneficio. Ya no es nada la democratización, la democracia es una palabra menor, la democratización del conocimiento aún menos. Si antes se enviaba a una investigadora a “lavar los platos”, ahora no hace falta, los investigadores están a un paso de lavar platos para poder cubrir los gastos del mes.

Pocos, fuera del ámbito universitario y académico, saben qué es el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Sin embargo, este desconocimiento fue utilizado, digamos, hábil y vilmente por el gobierno actual, cuando fue víctima no solamente, del recorte a becas de investigación para la realización de Doctorados, y la Beca creada durante el gobierno kirchnerista, denominada Postdoctoral, destinada a la continuidad en la formación de los investigadores que luego, como camino natural presentarían su intención para ingresar a la carrera de Investigador, sino también que dicho concejo fue víctima de un brutal ataque mediático, con intención de desprestigiar, a la muy prestigiosa entidad, reconocida mundialmente. De las 900 vacantes que se ofrecían en 2015, ya en 2017 se paso a 600, para el año pasado el cupo ya era de 450, frente a una postulación de 2595 investigadores. El recorte es evidente, pero no sólo en los ingresos y vacantes, sino es claro el desfinanciamiento cuanto se atrasan los pagos, no se envía dinero para insumos, o cuando se precariza el trabajo de los becarios quienes no se incluyen en la paritaria, por ende su sueldo no crece sino que se mantiene.

Está de más decir que obtener una beca en CONICET es extremadamente competitivo y difícil, más aún el ingreso a carrera. Lejos de ser un “hueco de ideología troskista-kirschnerista” en CONICET se exige la máxima excelencia para todos los rangos dentro de la investigación, los estándares son los mismos que se solicitan a escala global: publicaciones en revistas indexadas, participación y promoción de eventos internacionales como nacionales o regionales, resultados contrastados según las áreas del conocimiento, y evaluaciones periódicas realizadas por Investigadores de alto rango, de distintas provincias, de variadas ideologías o de las más altas esferas internacionales “En Argentina la publicación internacional es definitoria, por ejemplo, para el ingreso a carrera a CONICET. Entonces eso es definitorio (…)”
Ahora, ¿qué supone este contexto de los investigadores, para las universidades y la inclusión de los alumnos? Nos encontramos frente a una paradoja o fuga al infinito. Cuando los puestos de trabajo escasean, ¿qué opción tienen los investigadores que no han logrado ingresar al sistema científico nacional? Pocos de ellos logran ingresar a alguna universidad pública como docentes, otros se dirigen al sector privado, otros, los menos, emigran del país con todo lo que ello conlleva, fugas de cerebros, contenido y resultados que se obtuvieron a fuerza de todo un país, se aleja. Muchos prefieren migrar al sector privado, dado que, aunque el sistema público los recibiría con los brazos abiertos, no es redituable, dado los costos de vida de la Argentina actual. Por otro lado, los docentes que se quedan deben afrontar a un alumnado que tambien sufre las condiciones sociales actuales. Sin embargo, las cifras no impactan tanto en el ingreso, tener una universidad cercana es un lugar propicio para aquellos que no tienen o han perdido su trabajo. Lo fundamental es la relación de éstas con el territorio, conocer qué clase de sector social la componen, las percepciones de los vecinos, cómo se relaciona la universidad con las problemáticas nacionales, etc. Lo que se ve mayoritariamente es un problema en la permanencia y en el egreso de los estudiantes. ¿Cuándo las plazas a cubrir son pocas, cómo se incentiva la continuidad en los estudios? ¿Cuándo hay necesidades más acusantes? ¿Basta acaso la pedagogía? No. No solamente, el rol del docente universitario se bifurca, por un lado debe poder encontrar herramientas pedagógicas que tiendan a poder subsanar déficit que hagan que el estudiante abandone la cursada y, por el otro, comprender su rol político, como intelectual y agente de cambio.

Fuente: Victoria Silber· Instagram @vitosilber

¿Qué hace que un estudiante, en su gran mayoría, primera generación en ingresar a una universidad permanezca en ella? Está claro que el rol docente es de gran importancia, éste debe estar preparado para el rol que tiene que cumplir, además debe conocer y reconocer frente a qué tipo de conjunto humano está presente. El rol de la universidad con el territorio, también es un factor a tener en cuenta para que un alumno permanezca en la misma. No es lo mismo la Universidad de Buenos Aires, emplazada en lugares como Recoleta o Caballito, que la Universidad de la Matanza o la Universidad de José C. Paz, de reciente creación o la UNGS, que se ubican en los centros más alejados de la urbe, en lugares donde los índices de pobreza e indigencia son elevadísimos. Y, claramente, los pobres si van a la universidad, lo que debemos como sociedad, y lo que el Estado y el gobierno en turno deberían hacer es que permanezcan en ellas y egresen y, si somos un poco más idealistas, lograr que cada egresado logre trabajar de aquello que tanto le costó conseguir. Las universidades en estas condiciones son absolutamente necesarias, por ello son plausibles de ataques. ¿Qué hace que alguien que no nunca pensó estudiar en la universidad se inscriba en una carrera? Los factores son varios, la cercanía, la ociosidad (buscada o no), curiosidad, lograr algo que antes les estaba vedado. Pero aquí no interesa la permanencia y la adaptación al ambiente universitario, un lugar nuevo, en donde hay tras relaciones, un lugar transformador. Un alumno que permanece y egresa es un yo nuevo, transformado. Una universidad, en lugares como los descriptos, es absolutamente imprescindible, porque ésta es más que una casa de altos estudios, es un lugar donde muchos se sienten parte de algo, y no parte de alguna ideología, ni son unidades básicas, ni centro de operaciones de ningún partido. El objetivo es la permanencia, pero no sostenida en el tiempo, hay que lograr egresos y para ello hay que trabajar en cambiar las condiciones económico-sociales, para dejarles a los egresados un país en donde su trabajo sea recompensado, y si éstos quieren continuar por el camino de la investigación, deberían tener la posibilidad de hacerlo. Esto nos devuelve al problema de la investigación como fuente de trabajo en el país. Contar con un lugar como CONICET, debe ser un motivo de orgullo. Que cada día tengamos más investigadores nos hará un mejor país. La universidad pública nos dio Premios Novel, hay que trabajar para que todas las universidades públicas, hasta la más alejada cuenten con un alumno que egrese y que investigue, los pobres vamos a la universidad, los hijos de los comerciantes van a la universidad, Favaloro fue a la Universidad Pública. En respuesta a la Gobernadora Vidal, quien piensa que es evidente que los pobres no van a estudiar, sino que su ambiente natural pareciera la falta de educación o la delincuencia, simplemente la carencia. Lo que resulta evidente de su discurso es, por un lado el gran desprecio que tiene el gobierno por los sectores humildes, y por el otro, la necesidad de destruir todo aquello que nos pertenece, que hemos luchado tanto por conquistar.

Cuando una nueva camada de estudiantes egresa de una universidad pública, es una situación muy valiosa: cada familia, es parte de la celebración, toda su comunidad se llena de orgullo. Pero, ¿cómo lograron egresar? ¿Qué es lo que hacen una vez que obtienen su título? Es de una gravedad inmensa que la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, pidiera que nos “sinceremos” y reconozcamos que no hay hacen falta las universidades en el conurbano, pues “todos sabemos” que los pobres no llegan, y si llegan, es claro que no egresan, y es claro que los docentes carecen de herramientas pedagógicas, y les sobra ideología política. Cualquiera que pise una universidad e ingrese al aula podrá ver a profesores trabajar con una masa heterogénea de personas, he allí el desafío. Como la universidad es pública, cualquiera puede acceder a ella, supongamos que todos los sectores lo hagan, que sucede rápidamente que se devela una verdad, no todos vienen a la universidad del mismo lado. La exclusión se consuma, pues esta ya se trae desde afuera. Desde un sistema que nos hace creer que si un pobre egresa es por su propio merito, “se esforzó más que el resto”, una especie de juego maligno al que los docentes debemos enfrentarnos. La igualdad de oportunidades se vuelve una fantasía, ante condiciones materiales muy disimiles. El discurso de la meritocracia, del hombre que se hace así mismo a fuerza de su voluntad, sin ayuda del Estado, familia, comunidad, parece hasta cómico. Hasta en estas universidades abiertas al territorio sigue existiendo exclusiones: (a) las propias del sujeto, sostenida por años de discursos en los que se dejaba claro que la élite debía ir a la universidad, y no hay nadie más en nuestros días que la “clase media baja” para recordarle al pobre no debería estar allí, creando vergüenza y estigma; (b) la de los docente, ya que muchas veces no cuentan con herramientas para el manejo del estudiantado, y muchos otros que toman los puestos por su propia conveniencia y no se vinculan con las problemáticas que afrentan. Muchos de los docentes no conocen la región y han realizado sus estudios en otras universidades, pero esa no debería ser una excusa. Además las universidades deben poder formar recursos propios, egresados que trabajan en la universidad que los sostuvo y que se sienten más unidos a ella. Las condiciones de mercado definen cuales los conocimientos básicos, y si hay conocimientos de todos modos podes caerte del sistema.

Desde la Reforma de 1918 comenzó un proceso de democratización que aún hoy es un desafío. Democratizar el conocimiento requiere de la implicación de todos los miembros de la sociedad. La cuestión nos dirige a la justicia y la equidad. No es posible una educación plena en una sociedad de excluidos, donde la puerta de ingreso está abierta pero la de salida no, como un embudo. Comenzando por el ingreso de los alumnos a la universidad, que como novatos necesitan de un ambiente que los reconozcan y acoja, siguiendo por la creación de herramientas políticas, sociales y económicas que vinculen a la universidad con el territorio. Además demanda docentes que estén a la altura del acontecimiento, cuestión que se hace difícil frente al fuerte recorte sufrido por las universidades en materia económica, y el desprestigio discursivo y mediático hacia las mismas. Un docente mal pago debe sumar más tiempo de trabajo, lo cual resulta agotador, o debe renunciar porque no cuenta con las condiciones materiales para asistir a dar clases. Por otro lado, se requiere el reconocimiento y la puesta en valor de nuestros investigadores, alejarse del discurso de la utilidad o perdida, parte de entender a la ciencia y la educación bajo la matriz económico-financiera. La educación no debe ser entendida como un gasto, sino como una inversión. Está todo entrelazado, y esto se debe a que todo tiene su equilibrio, un investigador descubre la cura del cáncer de pulmón, esto se aplica en los hospitales, se salvan vidas. Un grupo de ingenieros crean el satélite arsat, obtenemos soberanía espacial. Cada investigador trabaja en equipo, en ellos hay estudiantes, se siente parte de algo, tiene deseos, sabe que puede llegar a cumplirlos. Pero como dijimos, nada puede disociarse del contexto político social. Hoy las condiciones no son las mejores, pero no se trata de pesimismo, sino de comprender que nadie está aislado. Las políticas del mutado neoliberalismo, del ceocato de Macri y sus secuaces nos impactan fuertemente. Es un imperativo para los miembros de las universidades hacerle frente. Ser intelectuales activos. Una solución, dadas las condiciones actuales, es la de llegar al público masivo, alejarnos de elitismos y romper el cerco mediático. Si la gente sabe, por ejemplo, qué es el CONICET y su importancia, sería más difícil un ataque ridículo. Sin embargo, la permanencia y egreso de alumnos al nivel de grado no estarán garantizadas hasta no se comprenda qué significa democratizar el conocimiento, explicar qué es democracia y qué es el conocimiento. Además, si lo que nos interesa es el ingreso, la permanencia y egreso de profesionales, debemos comprender que ante un neoliberalismo depredador, nada se vuelve prometedor, ¿Para qué seguir? La respuesta debe ser de la sociedad en su conjunto y este es el momento oportuno.