La cultura de Cambiemos

Natalia Calcagno fue Directora Nacional de Industrias Culturales y coordinadora del SINCA (Sistema de Información Cultural de la Argentina). En esta entrevista cuenta su visión sobre la política en cultura de la gestión Cambiemos, sobre las transformaciones en los hábitos culturales de argentinos y argentinas y cuáles son los desafíos a futuro en la materia.

Escrita por

Carla Muriel del Cueto es Socióloga Investigadora del Instituto de Ciencias (UNGS)

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¿Cuál es tu lectura sobre la gestión actual en el área de cultura?

En cultura pasa lo mismo que en todo el Estado Nacional que es “planchar”. No cerraron tanto los programas. No tienen una política de cerrar, sino de planchar o vaciar. Es decir, dejan la cáscara porque eso genera menos rechazo porque no se nota tanto. Si vos cerrás programas emblemáticos o áreas del Estado generas una reacción social. La “plancha” es desfinanciamiento, ni siquiera te diría que es echar personas, porque eso genera conflicto gremial. Eso sucedió al principio y en Cultura se reincorporó a alguna gente y desfinanciaron lo que es “ejecución de programas”. La política: chau. Ya no comprás computadoras, no hay talleristas, no hay más viajes, ni asistencias técnicas, ni te pagás capacitaciones, no hay tambores para la murga, no hay más nada. Pero no cierran, lo sostienen. Por eso para hacerlo corto es difícil. Porque vos decís “el Ministerio pasó a ser Secretaría”. Bueno, pero eso “¿qué implicó?”. No cerró nada, sigue todo pero es nada. Lo mismo ocurre con Educación, Salud. Es vaciamiento del Estado de una forma perversa, no es lineal. Digo “perversa” porque es oscura, poco clara, con poca discursividad, sin posibilidad de dar una pelea política respecto a los roles del Estado. Se mantiene todo, le cambian los colores, el logo y lo vacían.

Fuente: MICA

¿Entonces no hay programas en Cultura que hayan cerrado?

NC– El Ballet Folklórico Nacional, La Orquesta de Ciegos, el Coro de Ciegos, la Orquesta Nacional, por ejemplo. No cerró ninguno de estos elencos estables que cobran un sueldo por mes. Pero no audicionan, no hay plata para viajar, no pueden ensayar. A veces van a ensayar al CCK me dijeron hace un tiempo. La Sinfónica debe tocar, cuando Macri trae a los de Davos. El Programa de Orquestas Infanto Juveniles existe, pero lo financiaba el Banco Nación. Los talleristas viajaban y daban las capacitaciones. Ahora ya no hay más talleristas, porque no hay plata. Y el Banco Nación que financiaba los instrumentos ya no renovó convenio. Los pibes tocaban, se encontraban, tocaron en el CCK, era todo un evento. Para eso no hay más un mango.

¿Cuál fue la transformación que sufrió el área a tu cargo, la Dirección Nacional de Industrias Culturales?

NC– El primer cambio fue en el nombre, que pasó de ser Industrias Culturales a llamarse Industrias Creativas. Eso podría parecer meramente cool, pero nosotros siempre sostuvimos el término cultura, más allá de que es un término discutible porque alude a la construcción simbólica, la generación de contenidos que involucra el sentido común, social, histórico, la identidad, los valores, que no tiene fines económicos (aunque que también involucra un intercambio económico). Desde esa concepción, entendíamos que la denominación de Industrias Culturales garantizaba la diversidad. El mercado de las industrias culturales es un “negoción”: hay gente que es multimillonaria porque se dedica o a los bancos, a la soja o a la cultura y el ejemplo perfecto para eso es Clarín, que es una de las pocas empresas que más creció su facturación en los últimos años, entre las energéticas, las financieras, el agro y Clarín que su función con Telecom la convierte en un monstruo. Lo que pasa es que si vos dejás que el mercado organice y distribuya el capital simbólico va a tomar una forma concentrada, más allá de buena o mala. Y la concentración es anti cultural, porque la cultura tiene que ser diversa, si no es pensamiento único. Si no, no estás ejerciendo el derecho a la cultura y la mirada de derechos es del Estado, no del mercado. Si la cultura es un derecho, le toca al Estado resguardarla. Y como señala la UNESCO, el Estado tiene que intervenir en las industrias culturales para garantizar la pluralidad, porque el mercado se mueve bajo criterios económicos. Por todo esto nosotros sosteníamos la idea de cultura, porque más que el componente creativo nos enfocábamos en la idea del derecho. Entonces como es un derecho humano nosotros intervenimos desconcentrando lo que el mercado tiende a concentrar. La cultura es un concepto que está en tensión y hay que aprender a vivir así.

¿Y cuál es la diferencia con la denominación de Industrias Creativas?

Este Gobierno asume y le pone “Creativo” que esto sale del modelo inglés. En los 90 empieza difundirse la idea de las industrias creativas que nunca trabajó la idea de cultura desde la institucionalidad nacional. Nuestro modelo es el francés, la cultura nacional, la identidad, un ministerio. Lo creativo incluye publicidad y software. Desde esta concepción ven que por ahí hay una oportunidad económica. Colombia y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires son los dos casos más relevantes que importan este concepto inglés. Enrique Avogrado que es Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires viene con esta idea que deja completamente de lado la cultura como derecho y sólo tiene importancia el componente creativo. La segunda consecuencia es una desregulación inmediata. La primera Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual queda interrumpida y todas las leyes que empiezan a establecer límites, cuotas a la circulación de contenidos quedan derogadas o no se cumplen. Se corre la regulación, se corre la concepción de derechos, se pone el componente creativo y pasan a regular las grandes empresas de comunicaciones.

Fuente: MICA

¿Cuáles son las políticas culturales que se desarrollan a partir de esta concepción?

La cultura pasa a la noción del individualismo que es muy parecido a la meritocracia con el emprendedorismo. Ahora, para dedicarte a la cultura en términos económicos tenés que tener buenas ideas y lo que se trata es de pensar ideas novedosas, porque si vos salís a vender algo y no lo vendés es porque nadie quiere tu producto. Es cómo mejoras, cómo sos un buen emprendedor, cómo y ahí el Estado te ayuda. Te dan charlas, cursos, talleres que sensibilizan, que te inspiran y te cuentan el caso de una chica que en medio de un cerro con su idea se hizo rica. Si no te va bien, tenés que mejorar, ya te va a salir. Entonces la responsabilidad es del individuo. Por ejemplo, en el MICA (Mercado de Industrias Creativas) que va por la cuarta o quinta edición, la segunda de esta gestión es una lágrima. Se convoca a los emprendedores culturales “creativos” y tienen charlas inspiracionales, donde te tiran ideas innovadoras, te cuentan casos geniales, te enseñan de marketing.

¿Cómo eran los MICA originalmente?

Los MICA anteriores eran cinco veces más grandes. Trabajábamos en distintas partes del país vinculando a los distintos emprendedores saliendo un poco de “lo porteño” en reuniones regionales y en la reunión nacional todos los productores mostraban en cuatro días lo que habían hecho a compradores de contenidos culturales. Se generaban negocios y vínculos para que los emprendedores pudieran vivir de sus emprendimientos. No íbamos a mover tanto la aguja, pero los productores empezaban a hacer contactos y a desarrollar económicamente el emprendimiento. Acá no se discutía lo que el productor ofrecía, los ayudábamos a generar laburo en red y organización. Vos tenés un grupo que vende, que está organizado, que tiene red y eso da escala. Y cuando das escalas empezás a tener cierto lugar en un mercado de grandes. Eso se dio solo. Si vos juntás a los trabajadores de lo que sea, se empiezan a organizar. Es el caso de los ilustradores, que se organizaron, hicieron una asociación y sacaron una Ley. Vivir de la cultura está bien, no tiene que generar un sentimiento de culpa. Está bueno que quien quiere vivir de la cultura pueda hacerlo y todo esto tendió a desaparecer, se anotaron cerca de 1000, son muchos menos, es muy porteño. Es como si fuéramos una proto Inglaterra que si seguimos ciertos pasos vamos a llegar a ser como Inglaterra. Y vos lo escuchas a Avogadro y es adoración a los ingleses, que nosotros vamos a ser como ellos, y eso es innovar, hacer un corazoncito en la espuma del café.

¿Qué análisis hacés de los resultados que arrojó la última Encuesta Nacional de Consumos Culturales de 2017?

La primera encuesta en la hicimos en 2013 y en 2017 deciden hacerla nuevamente. La verdad que no estaba previsto hacerla en ese año porque se supone que no van a moverse tanto los consumos en tan poco tiempo. Por un lado, vos tenés la cultura más masiva, los consumos culturales que argentinas y argentinos consumimos. Primero tenés la televisión, luego la música y después el teatro que es más de nicho y el más elitista de los consumos culturales es la ópera. El 8% de los argentinos fue una vez a ver ópera al menos y es público está compuesto por la clase media y media alta. Tenés un 92% que no sabe ni lo que es. Ahora, todos esos consumos bajan de 10, 12, 15 puntos en 4 años. Es tan calamitoso que es difícil de entender. Y es que además se les solapa con la inclusión digital. Porque lo único que sube en un 70% es el uso del celular para acceder a contenidos culturales. El 12% que usaba el celular para acceder a contenidos culturales en 2013 pasa a un 82% en 2017. Y si se toma en cuenta la edad ves que para los más jóvenes, la ventana es el celular. Y vos mirás qué pasa tecnológicamente en esa época y es que en 2014 los smartphone se masifican y ya desde 2015 casi no se fabrican los celulares que no son smartphone y además cuestan lo mismo que un smartphone barato. Entonces tenés una cuestión tecnológica que coincide justo perfecto.
Y por otro lado la crisis económica…
Tenés entonces una doble revolución en cuanto a la cultura. Por un lado, se da la revolución digital. Por otro lado, la crisis económica que sufre la cultura como la sufre toda la sociedad argentina: cierran teatros, librerías, centros culturales, editoriales, cierran salas de cine muy de nicho. Quedan solo los complejos multipantallas que se consolida en un consumo para chicos. La caída se puede ejemplificar con datos no monetarios. Por ejemplo, los datos de la Cámara Argentina del Libro que cayeron un 25% en 3 años. En cuanto a la música, cerraron muchos espacios de música, las bandas tocan menos, los managers tienen menos trabajo. En el teatro, con las cifras de la Asociación de Empresarios Teatrales se puede ver que cerraron teatros, hay menos espectadores que van a pocas obras del circuito comercial. Estas obras son principalmente comedias porque en momentos de crisis la gente va poco al teatro y va a boludear, no se producen dramas ni cosas muy jugadas, si no que apuestan a los actores más famosos, al mainstream. Pero lo que sí pasó es que hay más obras en cartel o más títulos de libros, pero son ediciones chicas, obras con pocos espectadores, que se hacen a pérdida, y en términos económicos es pérdida pero es una forma de resistencia porque uno no quiere dejar de hacer lo que hace. El sector está mal y todo bajó.

Grupo Barolo

Cuando perdemos en 2015 distintos trabajadores de la cultura que seguíamos involucrados con la política cultural y la cultura nacional, empezamos a ver este vaciamiento perverso y empezamos a vincularnos: ex compañeros de trabajo, de Universidades, de un MICA y tratamos de concentrarnos en cómo pensar una política cultural. La lectura que hacemos es que la política cultural que desarrollamos como Gobierno tuvo muchas cosas buenas y muchas otras mejorables y entonces nos concentramos en lo mejorable. Con la revolución digital todo cambió, es como un Tsunami, como el invento de la imprenta… ya nada es igual en el ámbito de la cultura. Pero el Estado sigue organizando la regulación, los impuestos, los programas, como si fuese producción analógica y eso no está sucediendo más. Entonces ahí sentimos que hay una agenda urgente respecto de cómo regular la diversidad cultural y la fortaleza de la cultura en la era digital. El Grupo Barolo entonces surge ante la posibilidad de volver a ser gobierno como un espacio de reflexión desde una posición política. Nos posicionamos desde un gobierno nacional y popular. Y creemos que podemos colaborar en la construcción de una agenda adecuada a 2020, no a 2012. Y esa agenda de 2020 es en base a la experiencia nuestra, nos parece que podemos hacerlo mejor que antes. ¿Qué hay que regular en vistas a esta realidad? Por ejemplo, Internet como servicio público. Y si no volvemos a tener el Gobierno vamos a estar molestando para que se vea que ahí hay un problema grave que en términos del ejercicio del derecho a la cultura, a la libertad de expresión, al derecho a la información todo eso está durísimamente cuestionado. Hay ciudadanos de primera y de segunda, hay vacío legal, hay problemas de valorización económica. La cultura genera más guita pero no vuelve a los productores, se queda en las TELCO y eso es porque no está pensada la cadena de valor. Google, Youtube, Cablevisión, Speedy, Fibertel facturan muchísimo y no está previsto que tienen que pagar porque no se tiene en cuenta la distribución de los servicios culturales, entonces es como si dieran un servicio de teléfono. Pero cuando es el cine tienen que pagar cuota de pantalla, tiene un impuesto para el INCA, derecho de autor, etc. Las empresas culturales están reguladas, pero cuando el mismo contenido es digital no tributan, como Netflix. Ahí hay un problema de vacío legal en todo sentido, tributario y de derechos. En el Grupo Barolo hay gente que trabaja en el Estado, universitarios, gente que trabaja en asociaciones de la sociedad civil, hay emprendedores culturales que laburan de eso y estamos tratando de colaborar en esa agenda que pensamos que no está correctamente pensada ni elaborada.

Los documentos elaborados por el Grupo Barolo pueden encontrarse en: https://grupobarolo.wordpress.com/